JORNADAS APOP

INTERROGANDONOS SOBRE CUESTIONESDE GENERO

¿QUE HAY DETRÁS DE UNA DEMANDA DE CAMBIO DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO?

Autora: SILVIA V. PUGLIESE

La patologización o la despatologización a priori se comportan como una simplificación que no respeta la complejidad de las determinaciones erógenas, deseantes, identificatorias, ideológicas e históricas en que se inscriben los procesos de constitución sexual.

En la clínica nos enfrentamos ante nuevos modos de ejercicio de la sexualidad que interpelan muestra teoría y la práctica sostenida en la misma.

Para dar respuesta a la pregunta de esta ponencia necesitamos definir sintéticamente a qué llamamos “identidad” y “disforia de género”.

Desde el psicoanálisis decimos que la identidad del Yo se refiere a la organización de las identificaciones e introyecciones. El núcleo de la identidad de género está constituido por la identificación primaria, en cuyo zócalo encontramos las expectativas de los padres y el trato al nacer, así como la representación de su cuerpo.
Se denomina “disforia de género” a la incongruencia entre el género experimentado y las características sexuales, con un intenso deseo de eliminar esas características sexuales o prevenir su desarrollo en el caso de adolescente, por lo que desea intensamente ser y ser tratado del otro género, caracterizado por un malestar significativo.

ASPECTOS LEGALES

La ley argentina (Ley n° 26.743 de Identidad de Género) define a la identidad de género autopercibida como «la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo”. Esta ley en sus fundamentos establece que “no patologiza las identidades trans y permite acceder al cambio registral … También garantizaría el acceso a los tratamientos de salud a toda persona que requiera modificar su cuerpo de acuerdo con el género autopercibido”, incluso en el caso de niños o adolescentes, quienes también lo podrán solicitar a través de un representante legal.

En la misma línea va la Ley 4/2023 sancionada en febrero en España

En lo relativo a las personas transexuales (en adelante, personas trans), la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud, en su undécima revisión (CIE-11), de 2018, eliminó la transexualidad del capítulo sobre trastornos mentales y del comportamiento, trasladándola al de «condiciones relativas a la salud sexual», lo que supone el aval a la despatologización de las personas trans.

Por su parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos …. ha instado a que se garantice el cambio registral del sexo sin el requisito previo de sufrir procedimientos médicos tales como una operación de reasignación sexual o una terapia hormonal.

El Capítulo I regula la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas y la adecuación documental, reconociendo la voluntad libremente manifestada, despatologizando el procedimiento y eliminando la mayoría de edad para solicitar la rectificación.

ASPECTOS EVOLUTIVOS

Tenemos claro que la adolescencia es una etapa de reordenamiento pulsional entre la sexualidad infantil y la sexualidad adulta, donde también se hacen eco las experiencias traumáticas de la infancia.

Uno de los procesos psíquicos que se ponen en marcha en la adolescencia es la reorganización de los registros narcisistas y objetal del funcionamiento psíquico: continuidad identitaria y elección identificatoria, pasando por fases de exploración hasta la consolidación de la identidad. Sin dejar de considerar la influenciabilidad social; especialmente en este contexto socio-histórico en que las redes sociales le permites a los adolescentes que puedan crear identidades en línea y/o ensayar identidades.

Un cambio de la identidad de género implica:

  • Cambio social: cambio de prenombre
  • Hormonación: bloqueo de la pubertad y hormonación de por vida
  • Cirugías de reasignación de género
  • Cambio registral: Documento de Identidad

ASPECTOS TEORICOS

Welldon, (2013) psicoanalista argentina radicada en Londres, que se dedicó a estudiar la perversión femenina, más específicamente la perversión del instinto maternal cita a Lothstein (1979) quien destaca la función de la madre en la etiología del transexualismo, tanto masculino como femenino. Agrega que sus datos clínicos sugieren que las identificaciones masculinas de sus hijas pueden ser parcialmente defensivas, para evitar recíprocos deseos homicidas. Considera que el trastorno de identidad de género depende del sexo del niño, de las tensiones en su matrimonio, la relación con su madre y el estado de su conflicto bisexual. Y concluye que el niño accede a los deseos de la madre (engullimiento materno), como forma de supervivencia y así crean un falso self que incluye defectos estructurales del Yo y un Yo débil. Para “la madre perversa, el niño es una parte de sí misma, no le permite gozar de su independencia ni desarrollar su propia identidad de género” (pag 82).

Como vemos Welldon sigue definiéndolo como trastorno de identidad de género.

Silvia Bleichmar, (2014) psicoanalista argentina, al definir el transexualismo se remite a los modos ortopédicos en que el yo organiza su representación identitaria primaria y que precede al reconocimiento de la diferencia anatómica. Y, por tratarse del momento en que el Yo se construye, considera que el transexualismo se mantiene desde la primera infancia. Y si el psiquismo se ha estabilizado alrededor de un modo de constitución de la identidad, sólo resta elaborar el sufrimiento que la sociedad podría imponerle y no desmantelar los pilares de su organización psíquica. Considera que los trastornos precoces de género, hoy “disforia de género”, son inamovibles y que el niño sabe qué es ser hombre o mujer, antes de saber qué quiere decir sexualidad, porque los rasgos de género se inscriben antes de la identidad sexual. La construcción de la identidad no puede ser pensada sino como efecto de una multiplicidad de factores: identificaciones, significaciones sociales y relaciones de poder. La identificación constituye la operación fundamental que genera las condiciones para instituir la subjetividad y estructura la base sobre la cual se afirma la identidad en tanto conjunto de enunciados en los que el sujeto se reconoce a sí mismo en el marco del enlace libidinal al semejante. La conformación de la identidad sexual es resultado del complejo ensamblaje de las inscripciones erógenas primarias, las representaciones de género, la sexuación articulada por la diferencia de los sexos y las modalidades dominantes de la orientación del deseo.

Continúa Bleichmar, habitar una identidad, encontrar un sitio que resulte confortable para la representación de sí mismo y que convoque al reconocimiento del otro, poniéndolo al amparo de los propios aspectos inconscientes perturbadores y de la tensión agresiva de la intersubjetividad, es una tarea ardua pero necesaria a los fines de «ser y sentirse real», según la conocida expresión de Winnicott para describir la convicción de un self que se vivencia como verdadero.

Bleichmar agrega que las premisas que estabilizan la identidad no pueden ser desmanteladas salvo en ocasión de traumatismos severos o en desorganizaciones psíquicas graves que resulten en un estallido del yo. Considera que la reatribución de género es dificultosa una vez que se ha constituído la identidad. Relata el caso de un adolescente de 14 años con depresión severa. Se consideraba mujer y siempre había sentido que su cuerpo era un error, como respuesta a su identidad femenina. Desde los 2 años no permitía que le vieran los genitales. Presentaba riesgo suicida y un alto monto de ansiedad a partir de que su cuerpo se estaba transformando en un cuerpo masculino. Los padres estaban dispuestos a hacer lo necesario si esto le evitaba el suicidio. Evaluó que su posición era irreversible pero también le explicó que su idea de perfección femenina era un imposible, que no se iba a dar con la terapia de transición. El tiempo pareciera que le dio la razón a Bleichmar, pues el año pasado terminó suicidándose. Ahora bien, ¿todos los casos de disforia de género están ligados a identificaciones primarias y en consecuencia inmodificables?

CASO CLÍNICO

Mora de 15 años es derivada a la consulta psicológica por el Juez, quien además ordenó la guarda al padre, luego de su segundo intento de suicidio. Vivía con la madre y una hermanastra. Tiene otra hermanastra de parte del padre. Los padres estaban separados por violencia de la madre hacia el padre.

Hasta los 10 años vivió con la madre, que la echa de la casa y se va a vivir con el padre, y a los 13 años vuelve a vivir con la madre, porque el padre la echa de su casa.

Refiere haber sufrido bullying por su “gordura” y usar “gafas”.

En este segundo intento de suicidio ingirió 64 pastillas de risperidona, refiere que estuvo 3 días inconsciente. Dice acerca de su madre (y lo que habría desencadenado el intento): “me rebalsé se pasaba diciéndome palabras hirientes, que no hacía nada que era la peor basura”. Cuando comenzó a sentirse mal le mandó un whatapp a un amigo diciendo: “‘me mandé una cagada, que llamara una ambulancia’… pensé sólo en mi, no en los demás” Y agrega: no tengo aprecio por mi familia. No han estado nunca… mi mamá hizo líos en el hospital, decía que hice eso para llamar la atención”.

En relación a su género dice: “quiero ser un chico, no me siento bien con mi cuerpo… hacen 6 meses que me están hormonando. El psicólogo me dijo ¿si te hace sentir bien, hacélo!… el Juez me dijo que espera su informe para solicitar el cambio de documento”.

Expresa: “soy trans” pero no se nombra como varón. En su discurso a veces se refiere en masculino y otras veces en femenino. Relata que se reúne en el parque debajo de una mora, con un grupo de adolescentes que les une el pop coreano, cantan y bailan. Y agrega: “tenía buena voz antes de hormonarme”. Una chica del grupo se había suicidado hacían 10 meses (se ahorcó con un pantalón de jean). Ella refiere haber llorado mucho en el velatorio y ofreció su compañía a la madre.

Relata que su primer amor fue Tomás que es Micaela, quien se consideraba “trans” pero luego se pone de novia con “mi mejor amigo” (amigo de Mora).

Refiere situaciones de violencia y conflictos familiares y espera que acepten su decisión de “ser un chico”.
Se describe a sí misma como agresiva y temperamental, y se posiciona en un vínculo simétrico y violento con su madre. Se considera “buena alumna”, sin embargo, asiste a una escuela para adultos e intenta impactar usando términos técnicos, aunque los interpreta al revés: “No sé si soy obsesivo-compulsivo con la limpieza y tiendo a tener todo desordenado. Limpio cuando no da más, no tengo explicación por qué no me gusta el orden”.
Mora refiere que desde pequeña se sintió varón. Tampoco a la fecha, se nombra como varón. Se enamora de una chica del grupo que se autopercibía varón, pero la chica la deja para ponerse de novia con su mejor amigo (vínculo heterosexual).

El bullying al que alude en la primaria estaba centrado en su gordura y el uso de gafas, no en modos varoniles de conducirse.

Llega a la conclusión que es “trans” porque: “empecé a investigar y me identifico con esto”

Presenta conductas autodestructivas: además de los dos intentos de suicidio, tiene asma y fuma entre 20 y 30 cigarrillos diarios. Se come las uñas y se muerde los cachetes y los dedos.

A través del psicodiagnóstico se destaca:

  • Los gráficos nos permiten acceder a capas más primitivas de la personalidad, sus trazos permiten rastrear las representaciones inconscientes. En el H.T.P. al dibujar “un árbol” dibuja una “mora” que permiten inferir su inseguridad,desarraigo, escasos recursos para vincularse. En sus relaciones interpersonales se conduce con una actitud hostil.
  • El gráfico de la figura humana la mitad superior con una contextura típicamente masculina y desde la cintura para abajo, el ensanchamiento de caderas remite a un cuerpo femenino. Y da el nombre de “su primer amor”, Tomás que es Micaela.
  • En el Rorschach en la lámina VI que moviliza aspectos vinculados con la sexualidad, refiere que es un árbol, “una mora”. Critica las salientes de la mancha (detalle fálico). Aparece la extrañeza y lo asocia al grupo de adolescentes con quienes se relaciona.
  • En general acerca de su dinámica intrapsíquica se destacan vivencias de derrumbe y desestructuración de la personalidad, con carencia de defensas compensatorias, y por tanto con fallas en el control de los impulsos. Presenta Identidad confusa con ambivalencias y contradicciones. Su primera elección de objeto amoroso está atravesada por la crisis narcisista, una chica autopercibida trans como ella (elección narcisista), que como bien señala Tubert remite a la propia identidad, ya que “el otro no es más que un desdoblamiento de uno mismo” (Tubert, 2000). Un contacto débil con la realidad y una imagen de sí pobremente integrada. En compensación necesita sentirse querida y admirada, probablemente a través de su posición ante el género.

Nos preguntamos ¿el hecho que sienta inadecuación con su cuerpo, está vinculado a su disforia de género?
En la búsqueda de “ser alguien especial” que implique un reconocimiento y consideración social, ¿será que se calza un ropaje que la ciencia, el mercado y las leyes, le proveen en estos tiempos, sin anclaje en su frágil organización psíquica?

En un proceso de destransición, por abandono de la terapia de transición, el cambio de documento puede volver a modificarse, pero una hormonación ¿qué secuelas podría generarle?, pues se desconocen las secuelas químicas a futuro. Y las cirugías (mastoplastía, penectomía, mastectomía), ¿cómo se resuelven?.

Somos conscientes sobre los mensajes que llegan a los adolescentes a través de las redes sociales, en un período en que se encuentran en plena metamorfosis y que pueden experimentar una disforia pasajera. Como profesionales de la Salud Mental, frente a cada consultante necesitamos escucharlos, hacer un psicodiagnóstico y no quedar con la simple manifestación voluntaria de “quiero ser un chico”, o de un autodiagnóstico o diagnóstico “por encargo” en caso de niños. O al menos, mantener una espera atenta hasta ver su evolución antes de comenzar con una terapia de transición. Tener un malestar con el cuerpo no implica necesariamente “disforia de género” y a renglón seguido, plantear terapia de hormonación y cirugías, alimentadas por los medios con un discurso políticamente progresista.

Extender un certificado o un informe ratificando tal “disforia” que lo habilita a la transición y/ o cambio de la documentación (como en Mora), si sólo se tratara de una disforia pasajera, podríamos ser demandados por “mala praxis”.

Por otra parte, si bien no cuento con casuística suficiente, observo adolescentes que se “autoperciben” con disforia de género, presentan un alto riesgo suicida, aparentemente no vinculado a su condición de trans.
Vale recordar que los reduccionismos ontológicos, genéticos, neurológicos o sociológicos de la sexualidad y del género poseen un poder explicativo parcial que en ocasiones eclipsa aspectos importantes de la realidad. Al reivindicar lo real, es necesario también aprender a reconocer en su justa dimensión aquellos elementos que el reduccionismo había sobrevalorado para no caer, por reacción, en una nueva explicación igualmente parcial y desajustada que explica deficientemente las causas y los efectos.

REFERENCIAS

Bleichmar, S. (2014). Las teorías sexuales en psicoanálisis. Buenos Aires : Paidós.
Tubert, S. (2000). Un extraño en el espejo. Madrid: Ludus ed.
Welldon, E. (2013). Madre, virgen, puta. Un estudio de la perversión femenina. Madrid: Psimática.