Felipe Vallejo y Lola Lorenzo

PRESENTACION

Esta comunicación la hemos dividido en dos partes. La primera es un breve recorrido histórico.

Un punto de partida

Abordar el tema de la formación nos sitúa en un campo contradictorio y complejo de relaciones entre sujetos y subjetividades, entre métodos, teorías, prácticas y acción; y todo ello, en contextos donde la intersubjetividad emerge como sostén de todo proceso de aprendizaje.

Pensar hoy con vosotras en esta amplia temática acerca de la formación en el campo de la clínica grupal e institucional, nos lleva, en esta primera parte de nuestra comunicación, a rememorar y a actualizar el punto de partida en nuestra formación y en la de otros muchos compañeros, de la que hoy conocemos como la Concepción Operativa de Grupo. Punto de partida como marco de referencia en el que contextualizar este proceso y experiencia formativa.

Años 1975-76, el final de una dictadura en España y el comienzo de una dictadura en Argentina. Dos hechos históricos que contribuyeron al desarrollo en España de la Psicología social y el Grupo Operativo de Pichon Riviere. En ese contexto social y político, empezamos a participar en nuestros primeros grupos de formación, y nuestro primer acercamiento a la psicología social, el psicoanálisis freudo marxista, el grupo operativo y el análisis institucional, junto a un largo etcétera…

Estábamos en una época de transición de un modelo asistencial manicomial a una reforma llamada psiquiátrica. Eran momentos de mucho movimiento y deseo de cambio.

Recordemos también que en Europa, a partir de mayo del 68, se está produciendo un movimiento social contra los modos autoritarios de ejercer el poder en ámbitos de tanta importancia y repercusión social, como la educación y la sanidad. En concreto, lo que se cuestionaba en ese momento histórico del final de la dictadura eran unas instituciones de enseñanza y psiquiátricas que favorecían “la enfermedad”, “la ignorancia” y la perpetuación de un modelo de atención psiquiátrica manicomial.

Rescatamos del olvido en aquellos momentos al movimiento de la antipsiquiatría en Italia con Basaglia, Gervis y en Inglaterra con Laing y Cooper. Y el movimiento institucionalista Francés, Lourau, Lapassade, que desarrollaron un amplio campo de investigación e intervención en análisis institucional.

Ya Pichon Riviere daba cuenta de estos cambios en los años 60 en Argentina.

Todos estos movimientos también están presentes a partir de los años 70 en España. Para muchos de los profesionales de psicología y psiquiatría empezábamos un camino y abordábamos un proceso de cambio.

Nos encontramos en la época de la llamada Reforma Psiquiátrica:

Partíamos de unas carencias importantes en conocimientos que nos permitieran hacer realidad ese cambio de lo manicomial a unos servicios en la comunidad.

La búsqueda y la necesidad de contar con referentes teóricos, técnicos, y con herramientas para trabajar e incidir en los cambios, nos fue llevando a la búsqueda de modelos o perspectivas teóricas y técnicas comprometidas con el cambio social y político. Necesitábamos una clínica social, grupal y adaptada al territorio en la que se desarrolla.

Nos acercamos a estudiar la psicología social Pichoniana con los modelos de clínica grupal e institucional de Bauleo, con el grupo Operativo y un psicoanálisis comprometido con los cambios sociales.

Es desde esa formación, desde esos conocimientos que íbamos aprendiendo; es desde donde íbamos llenando de contenido una práctica profesional aprendida en las facultades y alejada del contexto.

Todo lo concerniente al desarrollo de los ámbitos de la Psicología de Bleger que denominábamos “Teoría de los ámbitos”, fue uno de los conocimientos y aprendizajes más significativos que contribuyeron a ampliar nuestro foco en el análisis del campo de la intervención. Ya no bastaba a partir de ahí, con la mirada a un sujeto aislado, sino contextualizado y comprendido en su conducta a través de los ámbitos sociales, comunitarios, institucionales y grupales.

Entrabamos en la complejidad, enemiga del pensamiento único en el que fuimos formados, no solo en las facultades sino en la vida social y política que nos atravesaba.

Fue un pasaje del pensamiento único (que parece intentar abrirse paso hoy en la actualidad), a un pensamiento y conocimiento ampliados.

Esta fue quizás una de las primeras experiencias formativas que provocaron un cambio en nuestro esquema de referencia. Experiencias formativas que han sustentado nuestras prácticas y las intervenciones clínicas concretas en la institución pública a lo largo de estos años.

El dispositivo grupal ha sido una herramienta básica para la formación. Su potencia y sus efectos los hemos transitado junto con otros que nos acompañaron. El grupo de formación se ha convertido en un instrumento clave para el proceso de aprendizaje grupal.

Si realizamos una mirada a la reforma psiquiátrica en Andalucía, nos topamos, prácticamente en los comienzos con la Unidad de Docencia y Psicoterapia de Granada. La Unidad de Docencia se organiza en el momento instituyente en el que se estaban iniciando los cambios que propiciaban la reforma psiquiátrica en Andalucía. Recordamos a José María López Sánchez, que ha sido una figura fundamental para el desarrollo del campo de la psicoterapia y de la psicoterapia de grupo en la institución pública. También mencionamos a nuestro compañero Diego Vico, con su aportación experiencial y teórica a la psicoterapia de grupo.

Otras experiencias que podemos llamar instituyentes, incluida en los momentos de cambio, fueron lo que dimos en llamar “los Bubiones”, (años: 198, 90, 91… ). Así era como nos gustaba llamar a una experiencia docente muy interesante de formación de residentes y profesionales que empezaban a poner en marcha la organización de unidades de SM; dirigida a profesionales sin apenas experiencia en los ámbitos de las psicoterapias grupales e institucionales… Estaba todo por construir.

En Bubión, que es una localidad de la Alpujarra granadina, (casi queda como un mito), nos reuníamos dos o tres días, financiado por el SAS y el IASAM (Instituto Andaluz de Salud Mental), profesionales del <sistema <sanitario para abordar y aprender diversos temas: Uno de los ejes centrales era la formación en el modelo biopsicosocial y comunitario, del que algunos de nosotros partíamos.

Con esta experiencia abrimos un espacio formativo, hacia un modelo de Psicología Social, incluyendo la Clínica Grupal. Ahí, en ese terreno fuimos creando también las bases para un acercamiento a lo grupal, tanto en el campo de la psicoterapia, como en el trabajo en equipo, así como el abordaje del análisis de la institución.
Posteriormente durante los años del 2006 al 2013 desde el Programa de Salud Mental se organizaron cursos introductorios de psicoterapia grupal. Realizamos varias ediciones para todos los profesionales de Andalucía. Supuso un paso importante para una profundización teórica y técnica en psicoterapia grupal.

En estos cursos participamos los ponentes de esta mesa junto con Manuel Martínez, Psiquiatra, y Gloria Roldán, Psicóloga Cínica. Desde diversos paradigmas y teorías grupales encontrábamos espacios de confluencia y encuentro entre profesionales de los servicios de salud mental de Andalucía. Con la mirada puesta en el campo de la clínica, así como hacía nuestras propias organizaciones, y con una prioridad dirigida hacia el desarrollo de la psicoterapia grupal en los servicios de salud mental. Organizamos cursos de formación en psicoterapia de grupo, y talleres de supervisión a lo largo de esos años.

Paralelamente a ocupar estos espacios de formación, estábamos en la clínica, en el trabajo día a día, y ahí era el lugar de la experiencia, de la construcción de los equipos, y la construcción de dispositivos grupales psicoterapéuticos. Durante años, semana tras semana coordinábamos grupos psicoterapéuticos y equipos. Es desde esa realidad clínica que podíamos seguir pensando y ampliando nuestro esquema de referencia.

En cada paso que fuimos organizando la formación, la experiencia de la clínica y la experiencia de nuestro propio aprendizaje, provocaba nuevas experiencias y nuevas maneras de pensar la formación.

De los programas institucionales a los programas de la Asociación. APOP

A partir de 2014-5 fuimos organizando un espacio nuevo: los cursos de formación de APOP. Con los mismos objetivos y tareas en general que nos habían acompañado estos años, en los programas de formación en la institución pública: pensar en la clínica desde la grupalidad y lo institucional.

EL APRENDIZAJE EN LA COG

Como venimos diciendo, lo que para nosotros hoy representa la clínica grupal operativa tiene sus raíces en la psicología social Pichoniana y en la Concepción Operativa de Grupo, desarrollada entre otros por A. Bauleo.
Continuamos esta exposición, retomando algunos de los elementos y variables que forman parte de la didáctica y el modelo pedagógico con el que trabajamos en el campo de lo grupal (sea la tarea formativa, psicoterapéutica, educativa, de trabajo en equipo etc.)

Coincidimos con Osvaldo Saidon, en que nuestro trabajo de formación está fundamentalmente ligado a una concepción grupalista.

Tomaremos como referente el aprendizaje que hemos ido realizando a lo largo de estos años, trabajando y compartiendo esta tarea formativa, con compañeros de la Asociación (POP), y con profesionales, fundamentalmente de los dispositivos de Salud Mental. Juntos fuimos aprendiendo y ampliando nuestros conocimientos, y experiencia en el campo de la didáctica grupal y la clínica grupal e institucional.

Citaremos a Bleger que siempre tiene unas palabras y reflexiones que nos acompañan en esta tarea del aprendizaje grupal:

“No hay mayor gratificación en la docencia que el enseñar a pensar, a actuar según lo que se piensa y a pensar según lo que se hace, mientras se hace”.

Estas palabras integran tanto el “aprender a pensar”, que Pichon Riviere define como una de las tareas del Grupo operativo, como la dialéctica entre el aprendizaje grupal y la praxis.

Esta dialéctica se da en un proceso, en el que se pone en juego la búsqueda de conocimientos, en el campo que queremos investigar. Este movimiento de búsqueda nos habla de un deseo y una necesidad por aprender. Bauleo nos decía con frecuencia que la curiosidad (la sexualidad) era un potente requisito para el aprendizaje y la investigación.

Pero también requiere de una cierta apertura hacia lo nuevo, cuestionar algunas certezas adquiridas, sostener la incertidumbre, la confusión, y movilizar las resistencias que surgen ante lo nuevo.

Aprendemos que la formación es un proceso inacabado, y eso a veces inquieta. Aprendemos a caminar entre incertidumbres, y eso a veces genera cierta ansiedad. Buscamos respuestas y nos encontramos preguntas.
Cuando buscamos encontrar certezas antes de realizar el recorrido formativo, se obtura el pensamiento. Las certidumbres, como alguien señaló, son fortalezas vacías. A veces se crea la ilusión de que, poseyendo los instrumentos de conocimiento como realidades inamovibles, la realidad es comprendida y controlada. Y se busca en la formación instrumentos fijos, cerrados que calmen la inquietud frente a la práctica terapéutica.
Devereux previene contra los modelos cientificistas muy en boga que se empeñan en eliminar la subjetividad. Subjetividad que está en primer plano, en el aprender, en la investigación, y en la praxis psicoterapéutica.
Es la subjetividad del que enseña y del que aprende lo que se pone en juego en el aprendizaje grupal. Se enseña y se aprende en un mismo movimiento. La didáctica operativa tiene como instrumento central el grupo Operativo. El grupo es un lugar posible de conocimiento de las emociones que conmueven nuestra subjetividad en la tarea de formación. El grupo, la experiencia grupal facilita poner en palabras las dificultades y obstáculos que se generan en el proceso de cambio. Uno de los ejes centrales del trabajo grupal será, trabajar sobre esos obstáculos y resistencias que se dan frente a las situaciones de cambio.

Como nos dice Bauleo, el proceso formativo requiere la implicación del sujeto, porque se trata en última instancia de construir una identidad.

Recordamos que el campo grupal, es el campo de la intersubjetividad, y el instrumento fundamental somos nosotros mismos; y cada tanto convine afinar ese instrumento como nos dirán las compañeras que hablarán de la supervisión.

La formación grupal cuando se trata de la trasmisión de un campo conceptual, no solo se centra en la adquisición de conocimientos, y en la memorización de sus nociones, sino también, y esto es importante para nosotros, del cómo conseguir la instrumentalización de estas nociones para poder llevar a cabo una práctica y/o una praxis.

Aprendemos, ponemos en práctica lo aprendido y vuelta de nuevo a aprender… Es una dialéctica permanente entre la adquisición de conocimientos y su implementación en el campo de intervención.

Un proceso instituyente para los profesionales de Salud Mental, decía nuestro título.

Pensamos que la organización de espacios grupales para la clínica, la formación y la investigación, pueden tener efectos instituyentes en las organizaciones de salud mental.

Es decir, la puesta en marcha de dispositivos grupales en los servicios de salud mental, posibilita un cambio y transformación en los modelos tradicionales de entender e intervenir en la clínica.

Estos dispositivos grupales, si se dan las condiciones, pueden actuar como momentos instituyentes. Lo instituyente, como posibilidad de cambio y transformación, tanto para los profesionales como para los usuarios.
Acordaros que estos momentos que llamamos instituyentes, los crean los profesionales, haciendo suyo y dando forma al mandato institucional, es decir, transformándolo.

¿Por qué señalamos esto?, porque actualmente, en casi todo el marco de trabajo en servicios de SM, la palabra, los espacios para pensar y organizar, analizar la demanda, coordinarse y sostenerse, se van perdiendo; y esto, con el consiguiente riesgo que supone para el sostenimiento de un modelo psicosocial, una clínica psicoterapéutica y unos equipos creativos. Y para no enfermar.

Las condiciones actuales en las que se desarrolla el trabajo clínico-comunitario, inciden en que cada vez podamos constatar más fracturas. Por un lado las condiciones laborales dificultan cada vez más los procesos vinculares, necesarios para la construcción de procesos terapéuticos donde las personas puedan reconstruirse, puedan subjetivarse. Y por otro lado las directrices de la institución priorizan intervenciones individuales, tiempos cortos y limitados en la atención.

También es necesario que los encuadres terapéuticos y los encuadres institucionales estén fijados y cuidados por el equipo. Si estos encuadres están en permanente movimiento se va dando una fractura en las respuestas terapéuticas.

La confusión y la escisión se hacen muy presentes.

En esa fractura emerge aquello que perturba, que inquieta; son ansiedades que diría Bleger, más cercanas a la escisión, y con más dificultad para la integración.

De esta forma, los atravesamientos institucionales emergen con más presencia, creando un malestar “sobrante”, que va dañando a los profesionales, y enfermando no solo el pensamiento y la capacidad de pensar, sino también los cuerpos.

La cotidianidad asistencial disocia y frena lo creativo; cuanto más esté presente lo instituido es decir, las normas por encima de los objetivos y tareas asistenciales y psicoterapêuticas, los profesionales y usuarios de los servicios se van difuminando, lo relacional y vincular se desdibuja.

Es necesario un trabajo continuado de los profesionales para ir creando espacios psicoterapéuticos, donde lo relacional, lo vincular, esté más presente en lo asistencial. Es ahí donde con frecuencia aparece la contradicción entre el deseo de cambio y la inercia de lo instituido.

Sostener la contradicción, sin salir del dilema que provoca, produce a veces decepción, malestar, o entrar en una omnipotencia defensiva que difumine las carencias y el dolor de la escucha de los otros.

Pensamos que el espacio de trabajo grupal, ha sido y es una fuente de contención y de sostén frente a la violencia, desamparo y confusión que se da cada vez más en las instituciones…

El discurso del grupo, el sostén mutuo, el descubrimiento de las carencias y de los límites de uno mismo y del otro, juegan a favor del cambio.

En los cursos de formación, estos temas cobran importancia. La necesidad de pensar la teoría ligada al contexto, y a las posibilidades del campo de intervención, se hacen muy presentes.