LATENTE GRUPAL
       Antonio Sánchez Casado / Antonio Castilla Cabrera

 

Introducción
Se plantea un acercamiento a la pregunta por lo latente desde los ámbitos filosófico y psicosocial, en cuya elaboración se utiliza como guía el texto freudiano "Tótem y tabú". Centrándonos en nuestro ámbito, se constatan los diferentes planteamientos que subyacen al concepto de lo latente en Freud y en Pichon-Rivière. Esta confrontación nos lleva a preguntas sobre determinadas dificultades de entronque entre los distintos aparatos conceptuales procedentes de nuestro ECRO (psicoanálisis y psicología social). Posteriormente planteamos unir lo latente a su interpretación. Lo latente resultaría de aplicar un aparato de traducción a ese manifiesto. Esa traducción selecciona elementos y les da un sentido que es ya una interpretación. Entonces, lo latente necesita de una interpretación para aparecer. En el terreno grupal comprobamos cómo cada autor ofrece unas claves que producen distintos resultados interpretativos. Hablar de interpretación entonces es hablar del ECRO (esquema conceptual referencial operativo) del interpretador, sea este el paciente o el terapeuta.

Este acercamiento al latente grupal fue realizado en las jornadas que con el mismo nombre transcurrieron el 26 de febrero de 2005 en la Asociación de Psicoterapia Operativa Psicoanalítica (APOP). Las reflexiones que traemos aquí son, revisadas, las comunicaciones que realizamos a la mesa de la mañana de ese día.

Aproximación a lo Latente
Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (DRAE), lo latente designa lo oculto. Se trata de un término cuya utilización se produce en muy distintos dominios del lenguaje. Por citar algunos ejemplos mencionaremos la fotografía (imagen latente de la película), la zoología (estados de latencia de los reptiles, concepto de pauta genética latente), la religión (la permanencia de la gracia) o la propia medicina (microbiología –estados latentes de la célula, como las esporas-, patología -estados latentes de una enfermedad, cuando todavía no produce síntomas-, etc.).

La definición del DRAE permite plantear inicialmente que la pregunta por “lo” latente tiene mucho que ver con la pregunta por el sentido que se viene haciendo el homo sapiens sapiens desde que toma conciencia de la muerte, y más en concreto de la muerte propia. Se trata de una pregunta radical por la totalidad de las estructuras que llamamos sujeto y objeto y el vínculo que se produce entre ellas, y que incluye tanto el estudio del hombre que se pregunta como el de su entorno, vale decir el resto del Universo, con especial énfasis en las relaciones con el grupo.

Limitaremos nuestros comentarios a los ámbitos filosófico y psicosocial, sin hacer mención a otras vías de investigación como la literatura y el arte en general, desde las modalidades históricas de sepultura hasta personajes literarios como el joven Maldoror, príncipe del inconsciente prefreudiano y citado por Pichon para hablar de “lo siniestro”.

Este diálogo entre lo real oculto y el espíritu investigador requiere la consideración ineludible de cuestiones como el obstáculo epistemológico del que nos hablara Bachelard, o incluso de la tan vilipendiada ideología, que como certeramente diagnosticase Terry Eagleton, circula entre nosotros como la halitosis, cargada de sospechas y desvaloraciones si es la del otro, y casi ignorada en la medida en que marca nuestras propias producciones. El investigador es producto de su entorno.

Para ayudarnos en este acercamiento a un terreno tan abierto utilizaremos un lugar del que partir y al que de tanto en tanto regresar a lo largo de la intervención. Este lugar no es otro que Tótem y tabú (1913).                                             

Se trata de un texto complejo, del que sabemos que a Freud le produjo una “depresión post-parto” similar a la que le produjo la publicación de La interpretación de los sueños (1900). En él estudia el mundo mágico de las sociedades primitivas para avanzar la hipótesis de que en sus orígenes la sociedad se funda en el asesinato del padre de la horda primitiva. No quisiéramos avanzar sin detenernos un momento a comentar la paradoja que supone en el texto la descripción de la relación con el padre en términos de lucha y muerte de este último, mientras que en otro registro muy distinto se trata también sobre cómo el rey Freud pretende el filicidio sobre el príncipe Jung, hasta ese momento su hijo más querido.

En esta su primera gran incursión en la antropología, Freud afirma que la humanidad ha pasado sucesivamente por tres etapas respecto al pensamiento: la etapa animista o mitológica, la religiosa y la científica [1] . Peter Gay nos recuerda en su biografía sobre Freud [2] la gran semejanza que existe entre esta afirmación y la realizada por Augusto Comte casi un siglo antes. Se refiere a la “ley de los tres estados” [3].

…Esta ley consiste en que cada una de nuestras principales especulaciones, cada rama de nuestros conocimientos, pasa sucesivamente por tres estados teóricos diferentes: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o abstracto, y el estado científico o positivo. En otras palabras, que el espíritu humano, por su naturaleza, emplea sucesivamente, en cada una de sus investigaciones, tres métodos de filosofar, cuyos caracteres son esencialmente diferentes e, incluso, radicalmente opuestos... De aquí, tres clases de filosofías, o de sistemas generales de reflexión sobre el conjunto de los fenómenos que se excluyen mutuamente: el primero es el punto de partida necesario de la inteligencia humana, el tercero su estado fijo y definitivo, y el segundo está destinado únicamente a servir de transición.

En la investigación de lo latente, por tanto, podemos encontrar tres grandes sistemas de pensamiento: la mitología, la filosofía y la ciencia.

La mitología
El mito, generador inequívoco de vínculo social en los primeros grupos humanos, comienza a resultar cada vez menos eficaz en el afrontamiento de los imponderables vinculados a la muerte y a la intranquilidad de las conciencias. 

El orden intelectual promovido por el mito se convierte en un lastre que condena a los ciudadanos libres de las polis jónicas a ser meros juguetes del destino dictado por la oscuridad de todas las teogonías, que finalmente se tornan insuficientes frente a las emanaciones de la razón que se suceden como un reguero de pólvora por el ágora de las ciudades de la antigua Grecia. En la historia de la vida y la muerte de las ideas, este desfallecimiento histórico es contemporáneo con la aparición del logos buscador de regularidades bajo la superficie variada y cambiante de las cosas.

Realicemos un primer acercamiento a lo latente por el lado de lo latente institucional. Los mitos y las fantasías originarias constituyen, en el decir de Bauleo, elementos de tránsito entre lo latente institucional y el inconsciente individual [4] . En este apartado hablamos de Edipo -organizado por Freud y entronizado por Lacan después de las formulaciones de Claude Lévi-Strauss-, pero igualmente nos referimos a Narciso, Antígona, etc.

El análisis de la complejidad latente en nuestras propias agrupaciones nos permite algunas reflexiones sobre el estado comtiano de nuestro conocimiento acerca de la grupalidad. Y ello para sugerir que probablemente nos encontramos situados dentro del primero de los tres estados de que nos informan Comte y Freud. Un estado de predominio del espíritu mitológico que concierne a los dioses y a los emblemas. Dioses como los padres fundadores del estudio y conocimiento sobre lo grupal (Bion, Lewin, Pichon) y sus respectivos mitos sobre los orígenes.

Por otra parte, los inicios de un grupo nos generan temor por nuestra parte desconocida, ese yo sincrético del que nos habla Bleger [5]

La filosofía
Frente al paradigma mítico, los físicos jonios discutían en Mileto acerca de la existencia de un principio (arjé) explicativo de la naturaleza (physis). Tales propuso el agua, Anaxímenes propuso el aire y Anaximandro una materia indeterminada y eterna, de la que todo surgiría por separación respecto a ella, concepto que llamó ápeiron, lo indefinido, término que no consideramos muy lejano de lo latente desde el punto de vista conceptual.

La concepción de la physis como un todo dinámico también la encontramos en Heráclito de Éfeso, para quien “la guerra es el padre de todo y el rey de todas las cosas; a algunos seres hace dioses y a otros hombres; a unos esclavos y a otros libres”. En él se reconoce al padre de la dialéctica, planteada como tensión de los contrarios.

Platón con su Teoría de las Ideas, finalmente integrada y subordinada al cristianismo por la Escolástica medieval, alejó prácticamente cualquier progreso filosófico en la cuestión de lo latente hasta la edad moderna, en el que los filósofos de la sospecha inauguran una nueva época de revolución filosófica tras poner en solfa el cogito cartesiano y la metafísica. La filosofía corrió entonces detrás de Nietzsche, la psicología detrás de Freud y la política detrás de Marx durante casi todo el siglo XX. Más adelante volveremos a referirnos a ellos.

En esta aproximación filosófica a lo latente parece importante destacar un movimiento filosófico sobre el resto. Nos referimos al estructuralismo. Esta corriente metodológica, que tuvo especial importancia durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, ha sido un intento especialmente vigoroso de dotar a las ciencias del hombre de un método científico propio, distinto del de las ciencias empíricas.

El núcleo teórico de esta corriente de pensamiento está definido por la noción de estructura, concepto que se distribuye por diversos campos, utilizándose en matemáticas (la estructura de grupo, de anillo, etc.), en psicología (vinculado a la noción de forma en la psicología gestáltica), en física, lógica y biología como sinónimo de sistema.

El referente principal sobre la estructura en el ámbito de las ciencias sociales es Ferdinand de Saussure. En su estudio del lenguaje como un sistema de signos plantea la estructura como un todo que sólo puede comprenderse a partir del análisis de sus componentes y, sobre todo, de la función que cumplen dentro del todo. Este método es importado por Lévi-Strauss a la antropología cultural y de modo resumido consiste en las siguientes cuatro fases [6]:

>>> 1. Observación de los hechos desde una perspectiva sincrónica.

>>> 2. Consideración del conjunto de los elementos integrantes en sus relaciones recíprocas.

>>> 3. Formulación de hipótesis capaces de hallar las reglas y transformaciones de esta estructura.

>>> 4. Construcción de un modelo de la estructura que es, siempre, una estructura profunda e inconsciente para los miembros de la comunidad estudiada.

En el estructuralismo, el cogito cartesiano queda seriamente difuso en el interior de las estructuras inconscientes de las que nos hablara Freud.      

En la tarea de acercarnos a lo latente desde la filosofía citaremos también un lugar en donde mirar la evolución del investigador individual para referir la ingente labor de construcción de una arquitectura conceptual llevada a cabo por Edgar Morin. Este autor [7] lleva a cabo un sostenido y titánico esfuerzo de elaboración, sometiendo a prueba, a crítica y a integración, todas las herramientas conceptuales que el siglo XX le proporcionó: las del legado filosófico, las del marxismo y el psicoanálisis, las teorías astrofísicas y microfísicas, la biología y la genética, las ciencias sociales y humanas, la cibernética y la informática, las indagaciones epistemológicas, junto a un examen atento e implacable de los acontecimientos históricos y políticos contemporáneos, y sin olvidar un recurrente repliegue hacia el autoanálisis de la propia interioridad individual.

Morin elabora un paradigma de complejidad basado en determinados principios y que explica los fenómenos humanos estableciendo una dialógica entre orden, desorden y organización. Entre esos principios tenemos [8]:

>>> 1) El principio dialógico pone en relación dos términos o nociones antagónicas que a la vez se repelen y son indisociables para comprender una misma realidad. El problema estriba en unir nociones antagónicas para poder concebir los procesos organizadores no sólo a nivel físico, sino a nivel biológico y humano. La dialógica es una relación antagónica, concurrente y complementaria.

>>> 2) El principio de recursión. Más allá de la idea de regulación, introduce la idea de producción y de autoorganización. La recursión supone un bucle generador en el cual el producto/efecto se convierte en productor/causa de lo que lo produce. Por ejemplo, los individuos producimos la sociedad con nuestras interacciones individuales, pero el sistema sociocultural produce nuestra humanidad individual mediante la cultura y el lenguaje.

>>> 3) El principio hologramático resalta la característica paradójica de algunos sistemas donde no sólo está la parte en el todo, sino que está el todo en la parte. Así, el genoma entero reside en cada célula viva. O el código cultural de la sociedad, que es la cultura, está presente como un todo en cada individuo que forma parte de ella.

La ciencia
Globalmente, el grado de más elaboración conceptual utilizado en la investigación sobre lo latente corresponde al método científico. Recordaremos inicialmente que es en el Renacimiento cuando se produce la división neta entre ciencia y filosofía y ello ocurre porque determinadas ciencias empíricas de la naturaleza, como la Astronomía y la Física, se organizan, determinan sus rasgos específicos y adquieren su autonomía, diseñando su propio método. Los dos elementos que permitieron la diferenciación e independencia del conocimiento científico respecto del filosófico, y determinan la aparición de la llamada “ciencia moderna” fueron:

* La experiencia entendida como experimentación (experimento = conjunto de actividades convenientemente planificadas con ayuda de fórmulas matemáticas, con las que se pretende descubrir cómo se comportan las cosas). El objetivo del conocimiento científico no es determinar qué son las cosas, sino cómo se comportan, y para ello no basta con observar qué sucede espontáneamente, sino que es preciso construir la experiencia, controlarla de modo que muestre los aspectos que interesa conocer. Esta es la noción básica de experiencia sobre la que se elaboran las ciencias empíricas con sus diversos métodos.

* La aplicación de las matemáticas al estudio de la realidad.

El rasgo fundamental que caracteriza una ciencia es su método (modo de pensar o de actuar previamente planificado y orientado a la consecución de un fin). Atendiendo a este rasgo podemos clasificar las ciencias en tres grupos:

>>> a) Ciencias formales (lógica y matemáticas), cuyo ideal metodológico es convertirse en un sistema axiomático (adoptar en su integridad la estructura deductiva).

>>> b) Ciencias naturales, que utilizan el método hipotético-deductivo. No quisiéramos pasar al apartado siguiente sin hacer una consideración respecto al método hipotético-deductivo. Y lo haremos para referirnos a otras formas de conocer distintas a las clásicamente recogidas por el método hipotético-deductivo. Especialmente recordemos la abducción, de Ch. S. Peirce.

>>> c) Ciencias sociales, en las que el sujeto forma parte del objeto de estudio. En ellas, el investigador es una entidad menos independiente de lo investigado que en las ciencias naturales. Su capacidad de predicción y generalización es menor que éstas también. Muestran dos tipos de respuesta diferentes: La empírico-analítica, que persigue la unidad de la ciencia, exige aplicar el método de las ciencias naturales a las ciencias sociales y que va dirigida a la explicación de los fenómenos conociendo las causas que los producen. Y la hermenéutica, que considera que las ciencias sociales tienen un estatus diferente y han de adoptar una metodología propia, dirigida a la comprensión del sentido.

Quisiéramos plantear que la “ley de los tres estados” de Comte mencionada por Freud en Tótem y tabú podría ser susceptible de aplicación no solamente a la historia del pensamiento, o a la evolución de las diferentes ramas del saber, sino también al filósofo o al científico considerados individualmente.

A priori podríamos pensar que sería fácil encontrarla en los filósofos antiguos y no tanto en los modernos. Mucho menos, diríamos, en los científicos. En Empédocles de Acragas, al lado de sus aportaciones a la ciencia (el agua como sustancia aparte, datos sobre la fuerza centrípeta, la naturaleza reflejada de la luz lunar, conocimiento de los eclipses solares, fundación de la escuela italiana de medicina, etc.), nos encontramos sus aportaciones filosóficas con la doctrina de los cuatro elementos. Finalmente, y producto de sus creencias religiosas, podemos recoger el final de sus días, cuando convencido de ser un dios y por tanto inmune al fuego, murió abrasado en la lava del Etna.

Pero pensemos en alguien más cercano a nosotros. Por ejemplo Newton y la solución que dio a la inexactitud de los cálculos obtenidos respecto a la hipótesis de las circunferencias de las órbitas planetarias. Ignorando que las órbitas eran elípticas, planteó que la disparidad de los datos se debía a la intervención divina que influía de tanto en tanto sobre los planetas para corregir las pequeñas desviaciones que se producían.

O acaso en el mismo Freud, representante del más puro estilo científico, que constata que sus producciones escritas más que historiales clínicos semejan novelas. Si referimos sus obsesiones por la numerología, la telepatía y otros aspectos del esoterismo, el cuadro queda completo.

Por último citaremos a Albert Einstein, al principal impulsor de la cuántica, y cómo su afirmación de que “Dios no juega a los dados” le convirtió en uno de los mayores obstáculos para el desarrollo posterior de la misma disciplina de la que fue gran artífice.

Pero pasemos a algo que nos atañe tanto o más de cerca que lo anterior. En nuestro ámbito, lo latente está vinculado de modo inequívoco al psicoanálisis, y más en concreto aunque no exclusivamente a La interpretación de los sueños (1900), texto en cuyo capítulo VII Freud describe su primera tópica. Laplanche y Pontalis [9] describen el término “contenido latente” como el “conjunto de significaciones a las que conduce el análisis de una producción del inconsciente, especialmente el sueño”

Freud utiliza en muchas ocasiones el término latente. En sus textos podemos leer expresiones como:

>>> hostilidad latente (Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina)

>>> período de latencia sexual posterior a la resolución del complejo de Edipo y previo a la pubertad (Tres ensayos para una teoría sexual)

>>> neurosis latente (Moisés y la religión monoteísta)

>>> homosexualidad latente, etc.

Aunque como vemos utiliza el término para referirse a distintos fenómenos, el abordaje de lo latente lo realiza Freud fundamentalmente en relación con la interpretación de los sueños [10]. Allí lo explica del siguiente modo:

…Las ideas latentes nos resultan perfectamente comprensibles en cuanto las descubrimos. En cambio, el contenido manifiesto nos es dado como un jeroglífico, para cuya solución habremos de traducir cada uno de sus signos al lenguaje de las ideas latentes. Incurriríamos, desde luego, en error si quisiéramos leer tales signos dándoles el valor de imágenes pictóricas y no de caracteres de una escritura jeroglífica.

Tanto en la Traumdeutung o en Los sueños (1901) así como en las Lecciones introductorias al psicoanálisis (1915) encontramos a Freud hablándonos sobre cómo el proceso de la elaboración del sueño convierte el contenido latente en manifiesto, siendo la interpretación psicoanalítica la labor que sigue el camino contrario, destejiendo la trama urdida por la elaboración.

Otro autor de obligada presencia en estas notas sobre lo latente es Enrique Pichon-Rivière.  Una mirada al diccionario [11] nos remite a Vínculo racional e irracional [12], donde nos habla de las diferencias entre introspección y psicoanálisis. Mientras que la introspección es un vínculo con un objeto interno que es consciente para el individuo, el psicoanálisis es la investigación del vínculo con un objeto interno que tiene una representación manifiesta y una latente encubierta por la anterior. Allí expresa también una afirmación que consideramos sorprendente, cuando vincula el grado de inconsciencia del vínculo interno establecido con el objeto interno con el grado de latencia y a su vez éste con lo irracional. Ello le hace declarar que la finalidad de la psicoterapia es volver racional un vínculo irracional. La siguiente expresión resume esta vinculación entre latente e irracionalidad:

“…a través de la regresión lo profundo aflora, lo inconsciente se vuelve consciente, lo irracional se vuelve racional, lo latente se vuelve manifiesto”.

Otro lugar en el que explorar las afirmaciones de Pichon-Rivière sobre lo latente lo constituye Magia y ciencia [13]. En relación con esta cita recomendamos verificar la procedencia de la misma, porque el lector encontrará un interesante desplazamiento. Al buscar en el texto en el capítulo sobre “Lo oculto”, encontramos que en dicho capítulo no se hace ninguna referencia a ello mientras que en el capítulo anterior, el citado sobre magia y ciencia, aparecen dos alusiones directas a “Lo oculto”:

“…La magia apela siempre a un lenguaje codificado esotérico, en la fantasía de que ese idioma extraño, poblado de claves, pueda ser descifrado por el destinatario del mensaje. Este es siempre, en última instancia, un dios único y universal, que habita lo oculto y del que cada uno de los seres forma parte. Allí reside la posibilidad de una comunicación omnipresente y la confianza en la eficacia del rito.

…La identificación con lo oculto, el poder universal, que es el fundamento ideológico de la magia, obedece a un mecanismo psicológico de proyección individual o colectiva que se encuentra también en la raíz de toda religión o idolatría”.

Resultan interesantes estas afirmaciones, a la vez que sorprendentes en su contraste con el pensamiento freudiano, y principal motivo para compartirlas en este texto.

En Lo inconsciente (1915) nos habla Freud sobre la diferencia entre los distintos actos psíquicos inconscientes. Por un lado sitúa los latentes y temporalmente inconscientes los cuales –cito literalmente- fuera de esto en nada se diferencia de los conscientes. Y por otro los reprimidos, que si llegaran a ser conscientes presentarían notables diferencias con los demás de este género.  Y no se trata de una referencia aislada. En Algunas observaciones sobre el concepto de lo inconsciente en el psicoanálisis (1912) podemos leer:

“… Las ideas latentes del sueño no se diferencian en nada de los productos de nuestra ordinaria actividad psíquica consciente. Puede aplicárseles el nombre de ideas preconscientes y en efecto, pueden haber sido conscientes en un momento de la vida despierta”

Por último, En Tótem y tabú (1913):

“Lo esencial en el sueño son las ideas latentes, y estas ideas poseen siempre un sentido, son coherentes y se hallan dispuestas conforme a un cierto origen”.

Entendemos que la confrontación entre los puntos de vista de Pichon-Rivière y Freud respecto al término “latente” nos sitúa frente a un problema difícil de solucionar, en la medida en que tiene que ver con el entronque a veces problemático entre las diferentes partes de nuestro propio ECRO. Nos referimos al Psicoanálisis y a la Psicología Social.

Es posible que un estudio más detallado de las referencias bibliográficas en Freud y Pichon-Rivière nos ayudase a resolver la dificultad planteada. Entendemos que para evitar la confusión conceptual quizás el par formado por los términos implícito / explícito podría ayudarnos en muchos momentos de nuestro debate sobre los grupos.

Latente e interpretación
Tras este acercamiento a lo latente va apareciendo en nuestro discurso la cercanía entre el latente y la interpretación. Los términos latente e interpretación se llaman el uno al otro. Si hablamos de que algo está latente lo hacemos frente a otro algo que es manifiesto, esto es, que aparece claramente ante los ojos o los oídos de quien lo percibe. Lo latente así resultaría de aplicar un aparato de traducción a ese contenido manifiesto. Esa traducción selecciona elementos y les da un nuevo orden, relación, sentido, sentido que es ya una interpretación. Así que lo latente necesita de una interpretación para aparecer.

El vocablo interpretación según el D.R.A.E. refiere a la acción y efecto de interpretar que a su vez tiene estas acepciones [14]:

>>> 1.      Explicar o declarar el sentido de una cosa, y principalmente el de textos faltos de claridad.

>>> 2.      Traducir de una lengua a otra, sobre todo cuando se hace oralmente.

>>> 3.      Explicar, acertadamente o no, acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos.

>>> 4.      Representar una obra teatral, cinematográfica, etc.

>>> 5.      Ejecutar una pieza musical o un baile.

>>> 6.      Concebir, ordenar o expresar de un modo personal la realidad.

Continuemos con una experiencia formativa. Llevamos desarrollando junto a otra compañera un programa sobre historiales psicoanalíticos que realizamos en la Unidad de Docencia y Psicoterapia de Granada con grupos de formación de residentes.

Estos grupos van a la Unidad a formarse durante tres meses de manera intensiva en psicoterapia. Es para todos los que hemos participado allí como alumnos una experiencia determinante en nuestra formación a pesar de su brevedad.

En este contexto, hemos utilizado un ejercicio para acercarnos a uno de los historiales. Les ofrecimos una fotografía de El Angelus. En el cuadro de Jean François Millet se puede ver a dos campesinos, hombre y mujer situados en primer plano en medio de una inmensa tierra de labor en actitud de recogimiento, mirando hacia el suelo, él con el sombrero en las manos, ella con las manos unidas en actitud de oración.

Dalí [15] tomó este cuadro como paradigma de su método paranoico crítico: él, resultó intrigado por una aparición súbita de la imagen del cuadro que sufrió sin que en principio existiese referente cercano para ello, dice:

... La admiración y la súbita atracción que sentí por ese cuadro contrastaban con la pobreza, si no con la ausencia casi absoluta, de medios inmediatos (explicativos o incluso líricos) que me hubieran permitido objetivar, por poco que fuera, el gravísimo y violentísimo trastorno de que había sido causa...

Tras una extensa exploración tanto personal, utilizando la asociación libre, como social, buscando materiales que ejemplificaban una obsesión parecida a la suya entre sus amigos y también en la iconografía popular que utilizaba la imagen del cuadro, hipotetizó que las alteraciones que padecía eran causadas por algo que no era directamente perceptible en la obra, esto era: el tema mítico de la muerte del hijo, representado pero oculto.

Años después se comprobó sometiendo el cuadro a visión con rayos X en los laboratorios del museo del Louvre, que una masa oscura aparecía en el lugar que Dalí había indicado.

Esta masa sería el ataúd ante el cual están rezando los dos personajes y que Millet habría suprimido siguiendo el consejo de un amigo que le dijo que no se aceptaban bien las pinturas con efectos tan dramáticos [16]. Aparecía un niño muerto oculto en el cuadro entre los dos campesinos que según rotulaba el título de la pintura rezaban el Ángelus.

En las sesiones finales de los grupos de formación de los que antes hablábamos, les pedíamos a los participantes que se atreviesen a “delirar” en relación con la imagen del cuadro. Los resultados fueron sorprendentes, todos los grupos sin excepción alguna encontraron que había un niño muerto al que los padres lloraban y por el que rezaban. Aquello que estaba latente afloró y fue gracias a una interpretación que buscaba otra cosa en lo que era directamente perceptible y explícitamente comunicado en coherencia con el título de la obra pictórica.

Además de acercar la interpretación de lo latente al delirio, esta experiencia nos remite a un espacio grupal, a los individuos que forman el grupo, a la Unidad de Docencia y Psicoterapia, a la sugerencia de los coordinadores... en fin a muchas variables.

Continuemos nuestro recorrido. La palabra interpretación en la historia de la filosofía remite a la tradición hermenéutica. El término hermenéutica designa una teoría filosófica general de la interpretación y en general, el arte de la interpretación de un texto.

La interpretación desde Dilthey [17] se opone a la explicación. Dilthey señaló una diferencia esencial entre las ciencias de la naturaleza y las del espíritu (las ciencias sociales). Mientras en el primer caso el sujeto cognoscente y el objeto a conocer son claramente distintos [18], en el segundo, el ser que indaga coincide en parte con el ser indagado, es decir, yo como investigador pertenezco a la historia y la sociedad que estudio (caso de la sociología o la historia) o en la que vive y se desarrolla el ser humano al que me refiero (para la psicología). El sujeto investigador pertenece así al ámbito de la investigación, “la vida interroga a la vida”, decía Dilthey. A partir de esta diferencia radical en la relación que se establece entre sujeto y objeto, el método utilizado para conocer ha de ser distinto: la explicación causal en las ciencias de la naturaleza y la comprensión en las del espíritu.

Con Heidegger [19], un paso más allá, la comprensión es entendida como una estructura fundamental del ser humano. Así, la hermenéutica no es una forma particular de conocimiento, sino lo que hace posible cualquier forma de conocimiento. El movimiento del conocer se muestra en el círculo hermenéutico: para comprender, el sujeto tiene que haber precomprendido ya lo que trate de interpretar. Pero este círculo no es un círculo vicioso, como criticaría la filosofía analítica de la ciencia al tachar este proceso de circularidad explicativa, sino un círculo abierto. La noción piagetiana (extraña en este contexto) de esquema nos será útil como imagen de este círculo hermenéutico: el niño aprende a partir de un esquema sensomotriz. Es en la alternancia entre asimilación de la realidad al esquema y acomodación de éste al objeto en donde el niño va aprendiendo a enfrentar la realidad, a conocerla.

Para Paul Ricoeur, el objetivo que la hermenéutica debe perseguir es el de identificar el ser del sujeto. De un sujeto que no puede reducirse a ser simplemente el sujeto del conocimiento. Para interpretarlo, Ricoeur intentará aunar distintas estrategias. Destacando la iniciada por los que el mismo Ricoeur dio en nombrar los maestros de la sospecha (Marx, Nietzsche y Freud), que han señalado el carácter escondido y disfrazado con el que se presenta una falsa realidad que ha tergiversado el sentido.

Según Ricoeur, estos autores han mostrado que la verdad aparece invertida o disfrazada. Marx mostró el carácter invertido de la ideología, producto de las condiciones de trabajo. Nietzsche (que es uno de los principales inspiradores de la hermenéutica contemporánea al señalar que no hay hechos, sino interpretaciones: véase su visión del concepto como metáfora), mostraba la inversión de los valores basados en el resentimiento. Freud, al inaugurar un procedimiento de interpretación de los sueños y, en general, del psiquismo que se reduce a «disfraces» de lo inconsciente, ofrece un modelo fundamental para la hermenéutica de Ricoeur. La hermenéutica muestra, según Ricoeur, que la pérdida de las ilusiones de la conciencia es la condición de toda verdadera reapropiación del sujeto.

Ya introducidos en la obra freudiana, nos acercaremos al surgimiento del nexo entre ambos términos. Latente e interpretación aparecieron juntos, tal como recuerda Ricoeur, en La Interpretación de los Sueños [20]: el libro que sienta las bases de la hermenéutica psicoanalítica del sueño y del resto de formaciones del inconsciente (síntomas, lapsus, relaciones afectivas).

En el sentido freudiano, latente se refiere al contenido de los sueños opuesto al manifiesto que narra el sujeto soñante y que resulta de la deformación producida por la censura. El contenido latente de un sueño, entonces, sería el resultante de aplicar al contenido manifiesto la técnica de la interpretación onírica. La cuestión de lo latente y de su interpretación está así en el corazón de la teorización psicoanalítica sobre el hombre, consecuencia de su dibujo como un ser dividido que se desconoce profundamente.

Freud que se consideraba a sí mismo un científico positivo se vio así envuelto desde el principio en otro método (el hermenéutico) que lo implicaba personalmente. No en vano, La interpretación de los sueños está poblada por los sueños manifiestos del mismo Freud que él se aplicaba en interpretar extensamente. Desde el libro de los sueños en adelante, la interpretación se convierte en el instrumento técnico principal del analista. Cuando hablamos de interpretación en psicoanálisis nos referimos a [21]:

>>> La deducción, por medio de la investigación analítica, del sentido latente existente en las manifestaciones verbales y de comportamiento de un sujeto.

>>> En la cura, la comunicación hecha al sujeto con miras a hacerle accesible este sentido latente.

Siguiendo este recorrido nos acercamos brevemente a los grupos y su producción propia. Bion [22] interpreta en su trabajo los supuestos básicos cargados de emoción y opuestos al grupo de trabajo que se hallan como estructura en los funcionamientos grupales. Pichon-Rivière, por su parte, subraya los obstáculos que se encuentran en el camino del desarrollo de la tarea para la que el grupo se reúne. Bleger nos recuerda que no hay verdadero trabajo grupal si nuestro punto de mira se aplica sólo a las pautas de relación de un individuo con otro y las normas explícitas de dicha relación sino que también tendremos que atender a aquello que considera la matriz o estructura básica de todo grupo, la sociabilidad sincrética, esto es, un tipo de relación que viene a ser, paradójicamente, una no-relación, en el sentido de una no-individuación en donde las normas son mudas y se ponen en juego los aspectos sincréticos (y simbióticos) de la personalidad y que hacen que los individuos no tengan identidad en tanto tales, sino que su identidad resida en su pertenencia al grupo. [23]

Hablar de interpretación entonces es hablar del ECRO del interpretador, sea este el paciente o el terapeuta. El paciente utiliza su ECRO para narrar los acontecimientos que lo llevan a la consulta y el terapeuta con el suyo se acerca a la traducción parcial y discontinua de lo que escucha y lo que vive con su paciente. El silencio del terapeuta, esa imagen del terapeuta como espejo no es más que ese intento por dejar lugar al paciente, pero el terapeuta no siempre calla, es más, no puede hacerlo.

Pichon Rivière nos dice:

... cuando se colocan juntos paciente y analista en un campo de trabajo, lo que resulta es una gestalt de los dos, que es el emergente de ambos, porque lo que aparece en esos momentos en el paciente está condicionado también por la actitud del analista, por su modo de ser, por la habitación donde trabaja, por su interpretación anterior, etc..[24]

Este asunto de la presencia del terapeuta, resulta palpable cuando leemos los casos clínicos publicados por los grandes psicoanalistas, ya que la clínica que cuentan está impregnada de un estilo que va más allá de lo puramente literario y que pertenece al autor. Los historiales retratan a la vez al paciente y al terapeuta. No narra lo mismo Freud que Ferenczi, Klein, o Dolto por poner algunos ejemplos.

Nos preguntamos si no nos habrá hecho más daño que otra cosa la obsesión por ser considerados científicos, por cierto, qué científicos, en nuestras tareas terapéuticas.

La formación grupal imprime a la mirada del terapeuta algunas contradicciones pero también una particular perspectiva. Cuando consideramos el trabajo individual, ese que hacemos cuando estamos a solas con una persona en la consulta, lo social/familiar constituye una referencia cotidiana en los diálogos que paciente y terapeuta llevan a cabo y generalmente la problematización de cómo el paciente ve sus propias relaciones familiares se constituye en tarea imprescindible pero de no fácil abordaje.

Allí donde ese sujeto se construyó/fue construido como tal, esto es, lo familiar de ese ser humano concreto, es su instrumento relacional y ya se sabe que el ojo no se ve, salvo que se sitúe ante algo que le devuelva su imagen. Podríamos decir entonces que lo familiar es el latente del ser humano individual.

Ya Freud, en 1905 en el historial de Dora plantea relaciones entre terapia individual y lo grupal/familiar, nos dice:

... en nuestros historiales patológicos deberemos dedicar tanta atención a las circunstancias puramente humanas y sociales de los enfermos como a los datos somáticos y a los síntomas patológicos. Ante todo dedicaremos interés preferentemente a las circunstancias familiares de los enfermos... [25]

Winnicott nos dice que en el principio de cada ser humano es indiferenciable el niño de su madre, nos habla de que la madre da el pecho a un niño que forma parte de ella y que el niño mama de un pecho que es él mismo. En el origen no somos uno, sino un dos indiferenciado que poco a poco gracias a la presencia de eso que llamamos el tercero y que cotidianamente consiste en cada separación de la madre y su vínculo con otro, nos vamos haciendo uno pero conservamos para siempre esa marca. Es la sociabilidad sincrética a la que se refiere Bleger [26].

Pasemos a considerar un trozo de clínica que tiene que ver con el final de una psicoterapia. Inevitablemente aquí nos expresamos en primera persona, la de éste terapeuta concreto, no hay otra forma de hacer un relato clínico.

Fran y yo estamos terminando un trabajo terapéutico y con mi paciente se aleja toda una familia.

Si pienso en este proceso he conocido no a una, a dos familias, una saga de personajes han pasado por mi consulta y se han hecho presentes una vez por semana. El análisis de la novela familiar que Fran me narraba, sus contradicciones, mentiras, ocultamientos y ambigüedades se desplegó. No podría decir que de lo que tratábamos era de los problemas de Fran, no, era de su madre, de su padre, de su hermano retrasado que resultó no serlo tanto pero que quedó atrapado por las adjudicaciones familiares. También la familia que Fran había formado, hace ya más de veinticinco años, aparecía para convocarme a este encuentro familiar.

Cuando llegó a la consulta, Fran iba a separarse y pedía ayuda para ello. Su mujer era la culpable de la situación que arrastraba. Desde otra perspectiva, la situación que arrastraba era la muerte de su madre unos meses atrás que ya no le permitía desempeñar el rol para el que había vivido. La mujer, bebedora, vivía bajo el volcán de la convivencia con él, hija también de una madre, madre que la llamaba cada mañana, ya casada, no fuera a quedarse dormida.

Si Fran se caracterizaba por algo en sus dificultades relacionales era por una gran capacidad para actuar, por una capacidad de liderazgo ejemplar que podía llevarlo a él y sus familiares a la más tremenda de las desdichas. Siempre en medio del caos, sus enfrentamientos con todos para dirigirlos organizaba, traía una gestalt que destacaba del fondo informe.

Los demás, sus hermanos, sus hijos,... eran los brazos articulados que atemperaban su angustia, la angustia de no tener un destino propio más acá del marcado por su papel de negador de la demencia e incapacidad de su propia madre para ejercer como tal, hija ésta de unos padres distantes, ajenos y crueles, en fin, producto de no se sabe cuantas generaciones.

Un infarto, bombardeó su energía explosiva y violenta, y lo dejó, tras tocar la muerte, tocado también en ese rol que traía.

Tras la desarticulación del primer pedido de ayuda, él mismo fue descubriendo que no quería aquella separación supuestamente salvadora, y ese fue el momento en que todos los personajes de su mente, de su cuerpo, fueron apareciendo por mi consulta. Ahora se van todos a continuar con su vida o con su muerte.

Por cierto, el inicio de la psicoterapia de Fran empezó en otro sitio, su hijo había iniciado un trabajo psicoterapéutico con una de mis compañeras y le había puesto las cosas más bien difíciles para continuar con el mismo equilibrio que llevaba.

Si hablo de Fran aquí hoy es porque no puedo pensar el trabajo individual, él es un buen ejemplo, sin que todo un grupo se me aparezca en consulta, sentado con dificultad en el sillón que me enfrenta. La patología de Fran era el producto del latente familiar. Ese latente ya no lo es. En nuestros delirios compartidos emergió lo oculto.

Cuando nos encerramos en la consulta nos convertimos, si la tarea va, en viajeros con destino desconocido, ambos, paciente y terapeuta exploradores del cosmos, de ese cosmos que se configura a cada palabra, a cada nueva cita. Nuestras coordenadas son la transferencia, la idea de que un conflicto hay y un concepto de la identidad, del sujeto, menos idéntico y más sujeto a las contingencias. Por cierto, sujetos ambos. También, los dos, interpretadores.

[1] Freud, S., Tótem y tabú, Obras completas, Nueva Visión, Madrid, 1972.
[2] Gay, P., Freud, una vida de nuestro tiempo, Paidós, 1989.
[3] Comte, A., Curso de filosofía positiva, Aguilar, 1973.
[4] Bauleo, A., Notas de psicología y psiquiatría social, Atuel, Buenos Aires, 1987.
[5] Bleger, J., El grupo como institución y el grupo en las instituciones, en Temas de psicología (Entrevista y grupos), Nueva Visión, Buenos Aires, 1985.
[6] Gómez García, P., La antropología estructural de Claude Lévi-Strauss, Tecnos, 1981.
[7] Gómez García, P., La antropología compleja de Edgar Morin. Homo complexus, Universidad de Granada, 2003.
[8] Gómez García, P., La construcción de la antropología compleja. Etapas y método, Gazeta de antropología nº 12, pág. 11-18.
[9] Laplanche, J. y Pontalis, J.B., Diccionario de psicoanálisis, Labor, 1983.
[10] Freud, S., La interpretación de los sueños, O. C. Biblioteca Nueva, 1900.
[11] Pichon-Rivière, J., y colab., Diccionario de términos y conceptos de psicología y psicología social, Nueva Visión, Buenos Aires, 1995.
[12] Pichon-Rivière, E.,Teoría del vínculo, Nueva Visión, 1985.
[13] Pichon-Rivière, E. y Quiroga, A., Psicología de la vida cotidiana, Nueva Visión, 1985.
[14] Diccionario de la lengua española. Real Academia Española. 1995.
[15] Dalí, S., El mito trágico de “el Ángelus” de Millet, Tusquets, Barcelona, 1963.
[16] Bauleo, A., Psicoanálisis y grupalidad. Reflexiones acerca de los nuevos objetos del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires. 1997.
[17] D`Agostini, Franca, Analíticos y continentales. Guía de la filosofía de los últimos treinta años. Cátedra. Madrid. 2000.
[18] La física contemporánea ya no dice tanto.
[19] Martínez Riu, A. y Cortés Morató, J., Diccionario de filosofía, Herder, Barcelona. 1991.
[20] Freud, S., La interpretación de los sueños (1900), Obras completas, Nueva Visión, Madrid, 1972.
[21] Laplanche y Pontalis: Diccionario de psicoanálisis, Labor, 1983.
[22] Bion, W., Experiencias en grupo, Paidós, Barcelona, 1980.
[23] Bleger,J., El grupo como institución y el grupo en las instituciones, en Temas de Psicología (Entrevista y Grupos), Nueva Visión, Buenos Aires, 1985.
[24] Pichon Rivière, E., Teoría del vínculo. Nueva visión. Buenos Aires. 1985.
[25] Freud, S., Análisis fragmentario de una histeria. (1905). Obras completas. Nueva Visión. Madrid. 1972.
[26] Bleger, J., El grup
o como institución y el grupo en las instituciones, en Temas de Psicología (Entrevista y Grupos). Nueva Visión. Buenos Aires. 1985
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