El núcleo de “La novia” se sitúa en los preparativos de una boda entre dos familias enfrentadas. La reaparición de Leonardo, un antiguo amor de la protagonista que interpreta Inma Cuesta, despierta en ambos una pasión que guardaban celosamente.
Fascinados por una puesta en escena enclavada sobre los restos de un antiguo atrio que parece el escenario de un teatro griego, los espectadores somos arrastrados por esta historia que presagia desde el comienzo un destino trágico. Es difícil describir la belleza y el lirismo que emana de esta película. Las localizaciones de “La novia” en Aragón y Turquía también se prestan a dotarla de un ambiente onírico. Discurre la trama en paisajes áridos, agrestes, desérticos, hermosos y sin concesiones como las pasiones soterradas de los protagonistas. Para las secuencias de interior la directora ha elegido una fábrica de fundición de vidrio. Una metáfora del relato de las emociones, frágiles, a punto de estallar en un instante, como las pasiones. La novia mira a través del cristal los recuerdos luminosos de su infancia y adolescencia y las metamorfosis que el tiempo presta a las vivencias del pasado. Esta técnica que ha utilizado Paula Ortiz organiza la película en un largo flashback donde el principio y el final se cierran en un círculo
Respeta la directora las claves simbólicas de Lorca, expresadas a través de objetos premonitorios, el caballo evocador de las pulsiones, el puñal símbolo de la violencia. Destaco el baile de la ceremonia de la boda alrededor de la hoguera. Baile esplendoroso y tanático. La novia gira embriagada, ya perdido el control de su mente y de su corazón por la pasión irrefrenable hacia Leonardo. Posteriormente la luna enmarcada en la ventana del aposento de la novia, representará en la simbología lorquiana a la muerte.
Es singular que en la obra de García Lorca nadie tiene nombre propio excepto Leonardo, el amante. El resto de los personajes parecen atender anónimamente a una función marcada por el entorno. Así los protagonistas se denominan, la novia, el novio, la madre, el padre, etc. Varias generaciones entran en escena por medio de las evocaciones y de las palabras a media voz. Rivalidades, venganzas, ajustes de cuentas, recelos acosan a los protagonistas que parecen arrastrados a repetir un drama y los convierten a la vez en víctimas y en verdugos. Todos deben acatar preceptos y conceptos relacionados con el honor y con la obligación de vengar a los muertos. Capturados por una dinámica y unas reglas que ellos ignoran, los personajes parecen estar sometidos a una fuerza que los impulsa al cumplimiento derivado de una historia familiar. Huellas olvidadas o destinos fatales son inconscientemente heredados por generaciones. En definitiva ha elegido Paula Ortiz una narración retrospectiva y evocadora de un fantasma que camina por el desierto de la nada. Ser mítico condenado a pagar y a vagar hasta la eternidad en nombre del otro.