FOULKES Y PICHÓN: UN DIÁLOGO PENDIENTE
    Iago Robles Rodriguez
 
 



Resumen:
En este trabajo realizo una revisión de dos autores referentes de lo grupal, S. H. Foulkes y Enrique Pichón-Rivière, tratando de encontar las raíces compartidas de su pensamiento y esbozando unos conceptos básicos comunes. Termino con una propuesta de integración a través del uso del grupo grande como el dispositivo ideal para dicha tarea. Palabras clave: Foulkes y Pichón. Matriz de pensamiento. Conceptos comunes. Polílogo y grupo grande.

“A los que se empecinan en dudar, a pesar de la euforia narcisista que brinda la certeza compartida, o de la oferta de poder con que seducen los grupos dogmáticos, o del terrorismo ideológico con que amenazan”

H. Bleichmar

Monólogo

Ningún hombre inicia nada; todos somos continuadores.

N. Elías 

Las ideas son de quien las trabaja, pero las ideas por ello
no pasan a ser propiedad de nadie.

Juan Campos

La pretensión de dialogar escribiendo es una empresa digna de un Münchschawsen, aquel barón que intentaba sacarse a sí mismo del agujero donde había caído tirándose de los pelos hacia arriba. Pretender que puedo hacer dialogar a dos autores que ya han fallecido y a los cuales ni si quiera conocí, no deja de ser una pose para hablar de lo que realmente hablamos siempre las personas: de dónde venimos y hacia dónde vamos. Mi trayectoria, que instintivamente siempre ha estado muy conectada con lo grupal, se acercó a través de un camino de ca(u)s(u)alidades a Pichón Rivière y su epistemología convergente. Me fascinó su pasión por el conocimiento del hombre, su amplitud a la hora de entender el proceso del enfermar y el sanar, sus geniales excentricidades dándole antidepresivos a toda una familia durante el trabajo con ellos, sus conceptos sobre lo grupal, lo vincular…

Aquí tuve la suerte de tomar contacto con Felipe Vallejo y formarme durante 6 meses específicamente en psicoterapia grupal desde la perspectiva del psicoanálisis operativo, íntimamente relacionada con Pichón. Después llegué al espacio de formación de OMIE sobre psicoterapia analítica grupal y entré de pleno en el grupoanálisis y otros autores que me han transformado durante un período de 4 años (Badaracco, Elías, Foulkes, Patrick de Maré…), entrando por un curso de formación continuada y acabando actualmente el Máster de Psicoterapia Analítica Grupal.

Esta matriz de pensamiento, o ECRO, como diría Pichón, es la que recorre esta línea de fuga discursiva que aparentemente me pertenece como individuo.

Porque entendiendo mi individualidad como una manifestación de un nodo en una red, tratar el pensamiento como una propiedad privada resulta insostenible.

Así que lo que sigue a este monólogo no es más que un intento de plasmar un momento y una posición de todo un entramado de relaciones de conocimientos y pensamientos en torno a lo grupal, utilizando como emergentes dos autores centrales en este campo, como son S. H. Foulkes y E. Pichón-Rivière.

La idea de este trabajo surgió del casual encuentro con el proyecto GAO (Grupo Análisis Operativo), contacto temporal entre dos discípulos de cada uno de estos autores, Juan Campos y Hernán Kesselman, que, mientras iban tejiendo lazos afectivos, también iban entretejiendo un diálogo sobre sus respectivas herencias conceptuales y, además de realizar una experiencia formativa con este espíritu integrador, proyectaron un libro con un prólogo, un primer capítulo y un final abierto que nunca se llegó a cerrar porque Kesselman regresó de su exilio a la Argentina, con lo que se interrumpió, en diciembre de 1986, la continuidad de esta tarea conjunta. En dicho prólogo, Juan Campos, hablando de la dificultad de Foulkes y Pichón para que las corporaciones psicoanalíticas de las que respectivamente formaban parte rindieran cuenta de la importancia de sus desarrollos, dice: “La fuerza de la represión institucional la prueba el hecho que estos dos pioneros del grupoanálisis, a pesar de ser contemporáneos y de estar tan implicados en el mismo campo, nunca tuvieron entre ellos ocasión de hablar, de embarcarse en un diálogo creativo y mutuamente enriquecedor y fecundante. Esta es la tarea que han dejado para los que fuimos sus discípulos, este es el diálogo pendiente que esperamos resulte en un diálogo para un cambio”.

La resonancia con mi trayectoria formativa y la necesidad formal de realizar un trabajo escrito para finalizar el Máster, me llevaron inexorablemente a este intento de continuar ese diálogo, todavía pendiente, entre estos dos autores. Un diálogo que no deja de ser, según mi visión, el polílogo pendiente de todos aquellos que pensamos que el grupo nos precede como individuos y constituye el lugar de encuentro hacia el cual y a través del cual podemos caminar, con la esperanza de reencontrarnos como seres humanos y hacer de nuestras sociedades, que no dejan de ser grupos de individuos interdependientes a gran escala, un lugar más justo y saludable para todos.

Mi primera intención a la hora de emprender este diálogo era la de encontrar coincidencias y diferencias entre estos dos autores, tal y como Kesselman y Campos pretendieron, a través de su diálogo, con su método "CDR" (Consonancias-Disonancias-Resonancias), y poder trabajar teóricamente con algunos de estos conceptos, ya fuera desde la mera comparación como incluso desde el poderme aventurar con alguna integración entre ellos. Con esta intención fui entrando en la lectura de Foulkes y otros autores referentes del Grupoanálisis. En un primer momento, mi acercamiento a los textos de Foulkes activó en mí la inevitable resistencia que conlleva todo nuevo aprendizaje. Y no sólo por la diferencia entre las estructuras conceptuales y el estilo de escritura de ambos autores a la hora de aprehender la misma realidad, sino también y por encima de todo, por las resistencias emocionales que me generó la propia desestructuración de patrones aprendidos por lo que supone de desvinculaciones y desidentificaciones de autores y personas importantes en mi formación anterior en la Concepción Operativa de Grupo. Estas resistencias se manifestaron incluso en forma de proyecciones que escindían ambos autores en función de prejuicios al respecto de su ideología, biografía y personalidad, como si no fueran autores-personas desconocidos para mi, sino personas con las que hubiera mantenido un contacto real y sobre las que hubiera generado una respuesta emocional directa (sentirme más conectado con lo latino de uno que con lo europeo del otro, colocando ambos autores en posiciones políticas antagónicas sin un conocimiento cierto de ellas, incluso usando rasgos más fenotípicos como la forma de vestir que conocía de las fotografías para hacer valoraciones personales…) Y claro, Pichón, conectado con mi formación anterior y la profunda huella emocional que dejaron las personas con las que me formé, quedaba colocado en el polo escindido positivo, dejando a Foulkes, ese todavía desconocido para mi, en el polo negativo, asociado a las incertidumbres del Máster que estaba iniciando, las inseguridades que tenía en esta primera etapa y los intensos movimientos emocionales que removían mi historia personal a través del aspecto experiencial de la formación. Este primer momento supuso entrar más en contacto con las diferencias/disonancias entre ambos autores.

A medida que estas resistencias fueron cediendo y gracias también a la aparición de otros autores que me produjeron un gran estímulo intelectual, como es el caso de Norbert Elias, y al acercamiento a las experiencias de grupo grande, pude ir integrando los conocimientos nuevos que venían del

Grupoanálisis y pude entrar en un segundo momento donde las coincidencias/consonancias y resonancias entre Foulkes y Pichón, ocuparon mi campo de visión y me llevaron a modificar la idea inicial que tenía para este trabajo. No me gustaría concluir este monólogo sin agradecer lo que escribo a todas las personas y autores que han formado parte de mi red de relaciones y de lecturas en todos estos años, muy especialmente a mi(s) grupo(s) pequeño(s) y a todas las personas de los grupos grandes que he tenido la oportunidad de conocer.

DIÁLOGO

 

Figura 1. Matriz de pensamiento en torno a los autores del trabajo.

Para estos dos autores Freud fue un punto de partida y una referencia fundamental, una de las matrices comunes a partir de la cual fueron gestando sus ideas a través de la integración de otras matrices conceptuales que trato de mostrar en la figura 1, algunas de ellas también comunes, me atrevería a decir que la mayor parte. Partiendo del psicoanálisis, ambos autores expanden su mirada hacia el hombre en situación, en contexto y relación dinámica, dialéctica al decir de Pichón; ambos exploran la realidad grupal del hombre y en ambos casos llegan a la realidad social como la matriz fundamental donde se construye la personalidad, el individuo y donde se estructuran las relaciones interpersonales. “La trayectoria de mi tarea, que puede describirse como la indagación de la estructura y sentido de la conducta, en la que surgió el descubrimiento de su índole social, se configura como una praxis que se expresa en un esquema conceptual, referencial y operativo”. (Pichón, 1976).

Ambos critican y superan viejas dicotomías que escotomizaban el pensamiento:

individuo-grupo, fuera-dentro..., con la creación de nuevas categorías de pensamiento que abren el campo de visión de la complejidad del ser humano: vínculo, ecología grupal, nodo y matriz..., conceptos con los que poder articular la realidad de los hombres en interacción y en un contexto dinámico que evoluciona también históricamente.

“Hay una zona que pone de relieve la unidad esencial entre el individuo y el grupo, una zona en la cual el grupo y el individuo se funden y a partir de la cual deben ser definidos dinámicamente […] El grupoanálisis, como yo lo veo, subraya esta importante zona para el propósito de la operación terapéutica y la investigación científica.” (Foulkes, 2006b).

Foulkes y Pichón integran conocimientos de múltiples disciplinas, lo que Pichón llamaría su epistemologia convergente; como señala Kesselman (1986), "es interesante señalar un punto de coincidencia de ambos autores: los dos, siendo psiquiatras clínicos y psicoanalistas, hacen una apertura a la sociología, a la filosofía y a otras disciplinas que les permite ir enriqueciendo la visión que como psicoanalistas tienen para construir un ECRO que permita comprender y explicar grupalmente el comportamiento humano".

En esta apertura, las influencias no dejan de coincidir entre ambos autores:

K. Lewin, que destaca por su empeño en encontrar una rigurosidad metodológica que permita avanzar en la construcción de una ciencia del hombre que huya de los sistemas especulativos, aporta varias ideas centrales que, coinciden en su pensamiento. La conducta pasa a ser entendida como una función de la persona y del ambiente, variables mutuamente interdependientes que conforman el Espacio Vital. Trabaja con la idea de campo psicologico visto como un todo y la necesidad de integrar la realidad física y la social para comprender dicho campo. Serían las ideas de Campo, Interdependencia y Contemporaneidad [1]. De alguna forma, este autor espacializa las relaciones, las tridimensionaliza, y trata de entenderlas en relación a funciones y fuerzas, análogamente a los procesos físicos.

K. Goldstein y la psicología de la Gestalt, con conceptualizaciones en algunos casos muy emparentadas con Lewin, son referencias fundamentales para ambos autores, con la diferencia que uno de ellos, Foulkes, trabajó directamente con Goldstein en su Instituto de Neurología de Frankfurt. De aquí surge el punto de vista holístico, según el cual todo organismo tiene una realidad independiente y mayor que la suma de sus partes, y el gestáltico de figura y fondo de Gelb que Foulkes y Pichón trasladan a lo grupal.

En cuanto a Bateson y la escuela de Palo Alto, Foulkes los señala en varias ocasiones cuando habla de su concepto de red o matriz transpersonal, asemejándolo a los conceptos de Bateson y Ruesch de “red cultural” de la “comunicación intrapersonal” y “comunicación interpersonal” (Foulkes 2006a,

2006b). Pichón, por otro lado, tomó de esta escuela la concepción de la enfermedad grupal familiar como unidad de patología y el paciente identificado como posible agente de cambio de dicho grupo, la concepción del secreto familiar y del malentendido básico como cortocircuito en la comunicación, etc. (Pichón, 1975) y trabaja con los grupos familiares desde una perspectiva por momentos parecida, pero diferenciándose, al igual que Foulkes, en cuanto psicoanalistas, por el manejo de la teoría del inconsciente y la transferencia.

J. L. Moreno es otra clara referencia, también contemporáneo de Foulkes y Pichón y que ambos conocieron y con el que intercambiaron ideas, aunque sea Pichón el que reconozca más su herencia conceptual y Foulkes señale más las diferencias conceptuales de sus teorías.

Cada uno de estos autores integran el trabajo de un sociólogo: George Herbert Mead (1863-1931) para Pichón y Norbert Elías (1897-1990) para Foulkes, de los cuales extraen visiones y conceptos que articulan en sus teorizaciones respecto a lo grupal.

En cuanto a las raíces filosóficas es Pichón el más claro con respecto a sus herencias, señalando claramente a dos autores fundamentales en sus desarrollos teóricos: K. Marx y G. Bachelard. Pichón también explicita la importancia de autores de la literatura y el arte, como por ejemplo Lautréamont,

Artaud y André Bretón, este último, líder del surrealismo al que conoce personalmente en uno de sus viajes a París.

Vista como una matriz de relaciones dinámica (espaciotemporalmente), la construcción teórico-práctica de Foulkes y Pichón no se puede separar de la de otros autores, tanto anteriores como contemporáneos, de los cuales y con los cuales fueron gestando sus aportaciones al estudio del hombre. En este sentido, estos dos líderes contemporáneos de lo grupal, fueron creadores cada uno por su lado de una matriz conceptual muy similar en sus principios fundamentales, a pesar de la existencia de matices diferenciales, más relacionados con sus trayectorias sociopersonales particulares y las consiguientes experiencias grupales e intercambios que fueron viviendo. En este sentido, tan solo señalar la importancia de los grupos grandes en los que se gestaron sus liderazgos, lo que podríamos llamar sus experiencias fundantes: Las experiencias de Northfield  (1944), para Foulkes y el Hospicio de Buenos Aires durante 15 años y la Experiencia Rosario (1958), para Pichón.

METÁLOGO

La verdadera integración significa que todas las partes, todas las identidades, cambien a través de un proceso de integración […]; la integración significa precisamente un nuevo orden en el terreno de las relaciones de poder.
Farhad Dalal

Según nuestra mirada, condicionada por nuestro estado emocional y nuestra historia y por el momento actual del contexto en el cual estamos, podremos descubrir diferencias o similitudes, ya que la mirada es un punto de vista, es una mirada nodal, una posición en un campo global de relaciones de sentido en la cual todo y todos estamos insertos, naciendo y desarrollándonos literalmente en esta matriz. Interjuego constante de perspectivas. De ahí que el conflicto forme parte de la estructura, como obstáculo pero también como posibilidad, ya que tanto el cambio, como el no-cambio, son momentos de un proceso, y todo proceso se da en una estructura dinámica que varía con el tiempo, gracias precisamente a la existencia de diferentes posiciones y perspectivas en la estructura total que es la realidad.

Foulkes y Pichón fueron coetáneos que no llegaron a conocerse directamente, pero que parece se hicieron cargo de ser los emergentes paralelos de un momento social determinado, con una mirada nodal muy parecida. Esta coemergencia de pensamiento que tomó el rostro y el nombre de estos dos autores pioneros no es más, ni menos, que la personificación de toda una red de contenidos de una matriz más amplia de la que fueron absorbiendo elementos que, creo que esta fue su gran cualidad, integraron en una matriz conceptual más abarcativa para poder explicar la realidad humana.

Dentro de esta matriz conceptual aparecen elementos básicos fundamentales, muchos de ellos comunes, entre ellos y también con otras escuelas, lo que podríamos llamar conceptos operacionales para estudiar dicha realidad:

1.  Existen dos niveles a tener en cuenta siempre y que forman parte de la estructura de la realidad, lo consciente y lo inconsciente, lo manifiesto y lo latente. 

2.  Los grupos de personas han de ser entendidos no como una agregación de individuos sino como entidades previas y totales en las cuales los llamados individuos desarrollan sus conductas. Sería el axioma de que “todo lo que sucede en un grupo involucra al grupo como un todo, así como a cada uno de sus componentes.” (Foulkes, 2006b) y la visión integrada de aparentes dicotomías como la de individuo-sociedad, que “no son dos objetos que existan separadamente, sino dos planos distintos, pero inseparables, del universo humano” (Elías, 2008). Así, “el campo psicológico es el campo de las interacciones entre individuo y el medio. Por eso podemos expresar que el objeto mismo de la psicología es el campo de interacción […] Nosotros estamos trabajando precisamente ahí, en el sitio donde antes existía una dicotomía entre individuo y sociedad” (Pichón, 1980).

3.  El aquí y ahora de cada situación como un elemento clave a la hora de mirar-entender y de actuar-intervenir. Vendría a ser como el principio de contemporaneidad de Lewin (1988) y la situación dada entendida como un acontecimiento total, cuyas partes suman algo menos que el todo y que se extiende, infinitamente, en todas las dimensiones, una especie de representación en miniatura del mundo.

4. El observador forma parte de y modifica el campo de observación, "La máxima objetividad que podremos lograr (en el estudio del hombre) solo se alcanza cuando se incorpora al sujeto observador como una de las variables del campo." (Bleger 1980).

5. En cada situación grupal existen simultáneamente otros dos niveles, los relacionados con el bagaje histórico-grupal de los individuos y las situaciones del aquí y ahora de ese grupo, en ese momento y en su contexto concreto, que se interrelacionan creando una situación compleja que no se puede reducir a la mera interacción de las partes. Vendría a ser lo que tratan de explicar Foulkes y Pichón con sus conceptos de Transpersonalidad-Resonancia y Horizontalidad-Verticalidad respectivamente, y que Pichón articula con su concepto de rol.

6. Los conceptos foulkesianos de Matriz/Nodo: “La matriz grupal como base de operaciones de todas las relaciones y comunicaciones. Dentro de esta red el individuo se concibe como un nodo. Dicho con otras palabras, el individuo no se concibe como un sistema cerrado, sino como un sistema abierto. Puede hacerse una analogía con la neurona en anatomía y fisiología, la neurona es el nodo en la red total del sistema nervioso, que siempre reacciona y responde como un todo (Goldstein). Como en el caso de la neurona en el sistema nervioso, el individuo está suspendido en la matriz grupal […] Podría pensarse que las líneas de fuerza de esta matriz atraviesan a los miembros individuales, y por tanto podríamos hablar de red transpersonal, algo comparable a un campo magnético. El individuo se piensa como un nodo de esta red, como suspendido en ella.”” (Foulkes 2006b). Estos conceptos se correlacionan con los conceptos de figuración y cadenas interdependientes de individuos, que Elías utiliza en sus conceptualizaciones sociológicas, y todos ellos, dan una imagen espaciotemporal y dinámica de la realidad humana.

7. El objeto de conocimiento-intervención pasa a ser el sistema-grupo. “El objeto de tratamiento es la red multipersonal de comunicación y trastorno.” (Foulkes 2006b). “Los participantes individuales en esta urdimbre pueden verse como actores en el contexto de una función o drama. La función es nuestro particular campo de investigación.” (Ib. ídem). “Me he ido convenciendo cada vez más que el paciente al que vemos es él mismo sólo un síntoma de un trastorno que concierne a toda una red de circunstancias y personas (el portavoz de Pichón).

8. Por último, señalar una curiosa coincidencia entre ambos autores, que resulta de la operacionalización del campo de estudio en tres niveles o dimensiones: cuerpo, mente y mundo (las áreas 1, 2 y 3 de Pichón), lo que Foulkes (2006b) nombra como cuerpo, yo y mundo exterior y que conceptualiza como las dimensiones múltiples del grupo, relacionándolo con conceptos similares de otros autores como Wernicke (somatopsique, autopsique y alopsique), Erickson (autocosmos, microsfera y macrosfera) y Schilder, al que cita: “En nuestra opinión cada experiencia no sólo se refiere a estas esferas fundamentales del yo y el mundo, sino también a las esferas del cuerpo. La existencia humana consiste en vivir al mismo tiempo en estas tres esferas, que forman una unidad indisoluble”. Estas ideas recuerdan a los niveles de integración físico-biológico, psicológico y social, que surgieron de la Teoría General de los Sistemas de Von Bertalanffy, y que N. Caparrós desarrolla en su libro Orígenes del psiquismo.

Dentro de esta matriz de pensamiento me gustaría incluir la Teoría del Actor-Red, por su originalidad epistemológica y por su cercanía con algunos de los desarrollos comentados en este trabajo sobre Foulkes y Pichón. Esta teoría es un enfoque sociológico característico de la teoría social y de investigación originado en el campo de los estudios sociales de la ciencia en los años 80 que, recogiendo las aportaciones de la semiótica de Michel Serres, integra ya no solo las dicotomías individuo-sociedad, objeto-sujeto, naturaleza-cultura, sino que también deshace las dicotomías humano y no humano, desintegrando todos los absolutos y trabajando con relaciones de relaciones de cuasi-objetos y cuasisujetos parciales. En esta lógica se prima la parte, lo molecular, por encima de cualquier objeto total y acabado, evidente y manifiesto. Las totalidades se consideran efectos provisionales y transitorios. Tanto las entidades que denominamos sociales como las llamadas naturales son construcciones o emergencias de redes heterogéneas, de entramados compuestos por materiales diversos cuya principal característica es precisamente la mencionada heterogeneidad que se da entre ellos. “En los análisis de la teoría del actor-red resulta fundamental la perspectiva semiótica en tanto que los elementos y las entidades de tales análisis no existen por ellos mismos. Éstos [los materiales de análisis] están constituidos en las redes de las que forman parte. Objetos, entidades, actores, procesos, todos son efectos semióticos: nodos de una red que no son más que conjuntos de relaciones; o conjuntos de relaciones entre relaciones. Empújese la lógica un paso más allá: los materiales están constituidos interactivamente; fuera de sus interacciones no tienen existencia, no tienen realidad. Máquinas, gente, instituciones sociales, el mundo natural, lo divino, todo es un efecto o un producto”. (Tirado, 2005).

Así, en la comprensión del hombre hemos ido pasando de entenderlo como un conjunto de mónadas aisladas y racionales a un entramado hipercomplejo de relaciones de cuerpos y objetos, personas y situaciones, momentos, que generan equilibrios inestables de fuerzas que constituyen cada yo, ese yo que cada uno siente de uno mismo y diferente al de cualquier otro, una aparente privacidad irrestricta que normalmente ceñimos a nuestro cuerpo y a la cual adscribimos una mente y un pensamiento propios. Pero visto a través de estos nuevos prismas, el pensamiento individual aparece entonces como un emergente localizado en el espacio y en el tiempo, produciéndose una pérdida de la propiedad privada del mismo y pasando a ser entendido como un nodo en una corriente de pensamiento, una red o matriz dinámica que vamos coconstruyendo en las diferentes figuraciones que constituyen los distintos grupos en movimiento que se van produciendo. Los nombres y las caras, los personajes, son sólo emergentes de una matriz más amplia de la cual todo y todos formamos parte.

Querría terminar este metálogo con dos imágenes, resultado de la integración conceptual de lo que puede resultar un individuo considerado como un nodo en un campo somatogrupal compuesto por diferentes niveles de integración que deben ser estudiados en correlación con el espaciotiempo físico en el cual están insertos: Matriz en movimiento en sus múltiples dimensiones.

 

Figura 2. Representación de un Nodo como eje de coordenadas.[2]

 

Figura 3. Representación de un Nodo con sus diferentes niveles de integración.

EPÍLOGO

“Si usamos términos operacionales, que describen los procesos relevantes con precisión, podemos crear un terreno común sobre el cual intercambiar experiencias y una plataforma común situada sobre y por encima de los cismas de escuelas individuales.”

S. H. Foulkes

“Al considerar la segunda mitad de este siglo nos enfrentamos a una situación alterada. Han transcurrido 21 años desde el fallecimiento de Freud, y de sus colaboradores originales sólo Jung, quizá el más grande de todos sigue entre nosotros. La obra de Freud debe tomarse en su conjunto, como un hecho histórico, completa en tanto nadie más puede seguir adelante con su desarrollo. Freud nos ha legado un método y una teoría, y la cuestión es qué podemos hacer con ellos sin su creador”. (Foulkes, 2006b

Foulkes y los seminarios del Frankfurt de los 30, expresa claramente la matriz social que se desarrollaba por aquel entonces, con personajes como Wertheimer, Meng y ocasionalmente Kurt Lewin, sociólogos como Mannheim, Norbert Elias, Adorno, Horkheimer y Leo Lowenthal, filósofos como Tillich y personajes del Instituto de Psicoanálisis como Landauer, los Fromm y el propio Foulkes. Nunca más llegaría a experimentar una vida intelectual tan rica y refrescante como aquella del Departamento de Sociología de la Universidad de Frankfurt durante los años justo antes de que Hitler accediera al poder”. Y señala la actividad y la actitud que se vivía en aquellos grupos: “Ni los sociólogos, ni los filósofos, psicoanalistas, psicólogos o economistas se recluían en el parroquialismo de la propia especialidad académica, sino que, cada uno desde su campo del saber y de experiencia contribuía a un abordaje liberalizador que iluminaba muchos aspectos del oscuro clima socio-político de aquel entonces”

¿Qué haremos nosotros con los legados de Foulkes y Pichón sin sus creadores? ¿Dónde se queda suspendido un diálogo que nunca se produjo? ¿Dónde puede continuar, aunque sea de forma vicariante, ese diálogo pendiente del cual se hicieron cargo en su momento Campos y Kesselman? ¿Qué podemos hacer con la vasta red de conocimientos y experiencias acumulados a lo largo de los años por esa infinitud de autores que han ido tejiendo esa espesa malla que trata de estudiar al hombre y su comportamiento? ¿Cómo podemos evitar la dispersión y repetición conceptuales que se produce cuando cada uno utiliza su lenguaje, incluso cuando lo reivindica como creación propia? Teniendo en cuenta la pluralidad en conflicto que somos y conociendo los procesos del enfermar y el sanar (o al menos hablando tanto de ellos como lo hacemos), ¿cómo puede ser que no consigamos hacernos cargo de la tarea compartida que tenemos como profesionales de la salud mental? ¿Existe dicha tarea? ¿Y qué responsabilidades tenemos al respecto?

Creo que la respuesta a estas preguntas ha de pasar por los grupos grandes en acción como nuevo paradigma, grupos grandes en cuanto dispositivos, usados de forma operativa con la tarea de integrar los diferentes conocimientos actualmente tan dispersos sobre el hombre y creando conceptos operacionales comunes que nos permitan superar esos parroquialismos, muchas veces condicionados simplemente por las diferentes localizaciones espaciales y las faltas de contacto que conllevan, por las diferencias idiomáticas y culturales, y muchas veces también por los propios narcisismos, que terminan siendo, más que una necesidad psicológica de identificación y pertenencia, una barrera estructurada por y para el mantenimiento estereotipado de unas determinadas relaciones de poder.

Por mis experiencias en grupo grande, el sentimiento de desindividuación en un grupo así es máximo, pero las desindividualizaciones grupales que se pueden producir, redefinidas operativamente, generan una reindividualización compartida que nos hace más yo y a la vez más nosotros, al poder permanecer en un sentimiento de koinonia que podría fraternizar con cualquier ser humano del planeta y que, llevado al terreno de las integraciones conceptuales, daría lugar a una operacionalización conceptual y una convergencia de la investigación tan necesarias para poder avanzar como ciencia en el estudio del hombre. Este es el polílogo pendiente.


1 “Los enunciados básicos de una teoría del campo son que a) la conducta debe derivarse de la totalidad de hechos coexistentes; b) que estos hechos coexistentes tengan el carácter de un “campo dinámico” en tanto el estado de cualquier parte del campo dependa de todas sus otras partes. La proposición a) incluye la formulación de que hemos de tratar en psicología, también, con una multiplicidad cuyas interrelaciones no pueden representarse sin concepto de espacio.” (Lewin, 1988).
2“El conjunto de los pronombres personales representa la serie más elemental de coordenadas que pueden aplicarse a todos los grupos humanos, a todas las sociedades.” (Elías, 2008).

BIBLIOGRAFIA

Leer un texto nunca es un ejercicio erudito en busca de los significados, y todavía menos un ejercicio altamente textual en busca de un significante, es un uso productivo de la máquina literaria, un montaje de máquinas deseantes, ejercicio esquizoide que desgaja del texto su potencia revolucionaria.
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