En el presente trabajo queremos recoger
algunas reflexiones que venimos realizando desde nuestra experiencia
en dos recursos de Rehabilitación Psicosocial: el Centro de Día y
el Equipo de Apoyo Social Comunitario de Parla. Ambos recursos están
gestionados por la Fundación Manantial y pertenecen a la Red Pública
de Atención Social a Personas con Enfermedad Mental Grave de la Comunidad
de Madrid (Consejería de Asuntos Sociales, Dirección General de Servicios
Sociales). Esta red se dirige a las personas (de edades comprendidas
entre los 18 y los 65 años) de la Comunidad de Madrid que sufren enfermedades
mentales graves y duraderas (esquizofrenia, trastornos maníaco-depresivos
graves y recurrentes, trastornos paranoides, otras psicosis, trastornos
de personalidad) y que tienen discapacidades y dificultades en su
funcionamiento psicosocial y en su integración comunitaria.
Nuestro esquema de referencia (conjunto
de experiencias, conocimientos y afectos, con los que un individuo
piensa y actúa) va a determinar la manera en que nos posicionamos
ante nuestra tarea, cuáles van a ser nuestras expectativas, cómo va
a ser nuestra mirada, cómo entendemos el proceso rehabilitador.
En el trabajo en equipo nos encontramos
ante la tarea de articular la construcción de un esquema de referencia
común junto con la necesidad de que cada profesional pueda desarrollar
su propia singularidad. Tarea costosa pero imprescindible.
Dentro de nuestro esquema de referencia,
en nuestro trabajo común compartimos dos referentes teóricos fundamentales:
la Concepción Operativa de Grupo y el Acompañamiento Terapéutico,
desde una perspectiva psicoanalítica, con Fundamentos de Winnicott, y con el fundamental aporte de Leonel Dozza de la Clínica de lo Cotidiano.
Además, en nuestro trabajo con familias
constituye un fundamento básico el Modelo Multifamiliar de García
Badaracco.
A continuación presentamos relatos
de tres textos ligados a este campo de experiencia y de elaboración.
Los tres trabajos se presentaron conjuntamente en las jornadas de
APOP de mayo de 2013.
FACILITANDO
ESPACIOS DE ENCUENTRO
Belén Arambilet Merino
Psicóloga
del Centro de Día de Parla.
Hemos nombrado a Winnicott.
Para este autor, en todo ser humano hay una tendencia innata al crecimiento
y la maduración. Pero esto por sí solo no es suficiente, es también
necesaria la interacción de esta tendencia con un “ambiente facilitador”
satisfactorio.
Desde la concepción operativa de grupo, partimos
de que el ser humano sólo puede constituirse a través de la relación
con otro y que su singularidad se irá conformando a través de su paso
por los distintos grupos vitales. El ser humano es por tanto un ser
grupal, que se relaciona con el mundo desde su historia previa de
vínculos, desde su propia experiencia acumulada en forma de recuerdos,
temores, necesidades, prejuicios. Cuanto más carente sea esta historia, menos recursos tendrá
para relacionarse con la realidad y para poder adaptarse de forma
enriquecedora con nuevas situaciones.
Las personas con las que trabajamos llegan a los
recursos con grandes losas: diagnóstico de enfermedad mental, depositaciones masivas, el conocido rol de enfermo, la nula
expectativa de cambio. Todo esto petrifica a la persona e inmoviliza
sus recursos. En muchos casos esta es la trayectoria que se ha seguido
en los últimos 20 o 30 años.
En un artículo llamado “Lo social es un lugar
que no existe”, Leonel Dozza habla de que
los pacientes graves están insertos en lo “social psiquiatrizante”
(el enfermo de la familia, el loco del barrio, el paciente de determinada
institución) y no en “lo social socializante” donde podría desarrollar
diferentes roles.
En nuestra tarea nos encontramos con personas
en esta situación, lo estereotipado, lo repetitivo, la necesidad de
que todo sea siempre exactamente igual porque no se dispone de recursos
que posibiliten vivir algo diferente. Esta manera de estar en el mundo
también invade la relación del usuario con el profesional.
El usuario llega con esta historia de vínculos
previa, y desde ahí se coloca, se relacionará con los profesionales
desde esta historia y seremos objeto de depositaciones
masivas de estas tramas vinculares, que generan en nosotros intensos
sentimientos de impotencia y frustración.
La dificultad de cambio está sostenida por el
rol de enfermo. Rol asumido y adjudicado, en forma masiva. Al mismo
tiempo es lo conocido, que defiende frente a la ansiedad que despierta
lo desconocido.
Ante ello pensamos en buscar otras maneras, en
la relación con los usuarios, otros espacios, encuadres, tareas, grupos,
actividades, roles, formas de coordinación, etc., que permitan romper
con esta solidificación. Buscamos crear posibilidades, facilitar espacios
de encuentro.
¿Creemos en que las personas con las que trabajamos
pueden adquirir otros recursos?, ¿creemos en que pueden cambiar? Y
si pensamos en que tal usuario no puede cambiar, ¿no será que tenemos
miedo a confrontarnos con aspectos nuestros que no nos gustan, o que
nos obligan a tener que cambiar en primer lugar nosotros mismos? ¿Estamos
dispuestas a dar lo que estamos pidiendo?
Es fundamental que nos preguntemos en qué modelo/s
se basa nuestra forma de intervenir. La mirada y la forma de colocarse
del profesional son determinantes en la posibilidad de que se dé un
proceso.
A la hora de intervenir, y aquí nos acercamos
al Acompañamiento Terapéutico, es necesario establecer un vínculo significativo con el usuario, un vínculo que ofrezca contención,
sostén, confianza. Sólo desde un vínculo significativo y la convicción
en la posibilidad de cambio, el proceso puede ponerse en marcha. Y
por supuesto el tiempo, el ritmo será el que marque el propio proceso
en el caso por caso.
Desde la perspectiva de la Clínica de lo Cotidiano,
nuestro acercamiento a los usuarios no se centra en abordar cuestiones
sobre la enfermedad mental, lo patológico. Por el contrario lo que
pretendemos “es desenfocar la identidad de persona con enfermedad
mental, debido a que estos pacientes suelen estar todo el tiempo hablando
de su enfermedad o estableciendo relaciones desde este lugar. Y cuando
se enfoca demasiado esta parte de la identidad de la persona, lo que
se pone en juego son sus modos de funcionamiento más deficitarios
y dependientes” (L. Dozza).
Priorizando el establecimiento de un vínculo que
posibilite que el profesional se constituya en una persona significativa,
la búsqueda del canal que permita el establecimiento del vínculo,
el respetar los ritmos del usuario, el dar tiempo a los procesos,
la creación de un contexto de confianza, todos son factores necesarios
para que pueda producirse el proceso de cambio.
Una de las herramientas más potentes para favorecer
el cambio es el grupo, y en concreto los grupos basados en la tarea,
o grupos operativos. Pichon afirma que la enfermedad mental es siempre grupal, y que
toda conducta es la más adaptativa que el sujeto puede dar en el aquí
y ahora con los recursos de que dispone. También el concepto de salud
es grupal y procesal. Habla de un grupo familiar enfermo, en
el que el paciente adquiere la calidad de portavoz de la enfermedad
grupal, el portavoz de un grupo que es igualmente
considerado en crisis, que está enfermo.
El paciente sería el depositario de las ansiedades
y tensiones del grupo familiar. Se hace cargo de distintos aspectos
patológicos depositados en él por los otros miembros. Estamos ante
un interjuego de roles adjudicados y asumidos, los familiares
adjudican pero el paciente asume. La situación comprometerá tanto
a los depositarios como a los depositantes.
Creemos que es importante mantener esta perspectiva
de la enfermedad mental como procesual y vincular porque en el campo
de la enfermedad mental y sobretodo en el de la enfermedad mental
grave, la cronicidad, la persistencia y el aislamiento pueden obturar
nuestra visión.
Pichon-Rivière sitúa estos
conceptos de Salud - Enfermedad en términos de Adaptación Activa o
Adaptación Pasiva a la realidad. Una Adaptación Activa, es una adaptación
sana en el sentido en que la persona pueda adaptarse a ciertos aspectos
de la realidad que son muy difíciles de cambiar, que no están sujetos
sólo a su voluntad y al mismo tiempo poder operar sobre aquellos en
los que sí tiene capacidad para modificar. Incluso en aquellos aspectos
que no puede modificar lo que sí será una adaptación más activa y
sana es el que internamente pueda procesarlos de una manera más saludable.
La Adaptación Activa a la realidad y el aprendizaje
están indisolublemente ligados. La Salud Mental llevaría a ese proceso
de aprendizaje de la realidad a través del enfrentamiento, el manejo
y la solución integradora de los conflictos. La enfermedad emerge
como intento fallido de la resolución de los conflictos.
La Adaptación Activa nos lleva a un concepto dialéctico,
en el sentido de que en tanto el sujeto se transforma modifica al
medio y al modificar al medio se modifica a sí mismo. El sujeto es
sano en la medida en que mantiene un interjuego
dialéctico en el medio y no una relación pasiva, rígida y estereotipada,
nada operativa ni funcional.
Pero para movilizar algo, cambiar algo, es clave
que hay que confiar, y vemos que la resistencia al cambio disminuye
cuando el otro, los otros, se convierten en algo significativo para
uno, dando confianza… Y sabemos que hay experiencias que transforman,
que dan apoyo, confianza, seguridad, como es el sentir que te escuchan,
que te entienden, que te puedes expresar sin ser juzgado, ni rechazado.
Y vemos que hay instituciones, contextos, vínculos, que enferman,
enloquecen, y otros que sostienen, motivan y facilitan el crecimiento
de las personas.
En los grupos buscamos establecer un ambiente
facilitador satisfactorio. Procuramos que la ansiedad no sea elevada
porque no ayuda a la tarea. Es importante, para todos, pero sobre
todo, para las personas más dañadas que puedan sentirse en un entorno
seguro.
En estos contextos de confianza, de seguridad,
a través de vínculos significativos, y al ritmo en que cada uno pueda,
será posible, que aparezca lo genuino, el gesto espontáneo de la persona
y el despliegue de su subjetividad.
En todo esto la capacidad de escucha de los coordinadores
es fundamental, posibilitando y potenciando en el grupo la capacidad
de escucha, la comunicación y la elaboración de las ansiedades que
sufren los pacientes. Generalmente vemos que estas personas viven
en grupos familiares donde resaltan los malentendidos y la falta de
comunicación con la palabra.
En el grupo, el poder hablar, expresarse y comunicarse
unos con otros les permite compartir y salir de las experiencias de
aislamiento que sufren. Uno de los objetivos centrales del trabajo
grupal es situar a los usuarios en un lugar donde se pueda hablar…
y ser escuchados… experimentar que el grupo contiene, apoya, que posibilita
un sentimiento de pertenencia y favorece el reconocimiento de cada
uno y de los otros, que el grupo individualiza.
Nos planteamos utilizar los grupos como herramienta
frente a la cronicidad, como dispositivo que posibilite el cambio,
como un espacio para el juego y la exploración. Para poder ser y encontrarse.
A través de los grupos buscamos ofrecer posibilidades para explorar
otras maneras de estar.
El
grupo permite dar cabida a lo emocional y esto posibilita que se realicen
procesos de aprendizaje, el cambio siempre implica un aprendizaje.
Y el aprendizaje precisa de la integración entre lo racional y lo
emocional.
A través
del paso por los grupos, el individuo vuelve a poner en edición sus
modos de vinculación y así es posible someterlos a revisión. Esto
posibilita el cambio. Cada nuevo grupo constituye, una nueva oportunidad
para la realización de algo nuevo.
En
los grupos centrados en la tarea, el hecho de la tarea implica una
acción. Para Pichón la tarea es la marcha del grupo hacia su objetivo,
es un hacerse y un hacer dialéctico hacia una finalidad, es una praxis
y una trayectoria.
Se
distingue una tarea explícita, la que convoca al grupo y la tarea
implícita, que tiene que ver con resolver las dificultades y obstáculos
que se oponen a la realización de la tarea explícita.
Podemos
entender la tarea como brújula, nos posibilita intervenir. ¿Para qué
se reúne ese grupo?
La
técnica operativa de grupo, sean cuales fueren los objetivos que se
propongan (el aprendizaje, la rehabilitación, etc.) tiene por finalidad
que sus integrantes aprendan a pensar.
En
el proceso grupal es necesario poder pensar. Y esto es una de las
cosas más difíciles en nuestro ámbito de trabajo. Favorecer las condiciones
que permitan pensar. Tanto a los participantes del grupo como a los
coordinadores. Muchas veces en las situaciones grupales vemos como
resulta muy difícil poder pensar y tendemos a actuar.
Poder
pensar para tomar conciencia y no estar condenado a la actuación y
a la repetición. Ni los usuarios ni nosotros.
EL TERAPEUTA OCUPACIONAL
COMO FACILITADOR EN LOS GRUPOS
Vanesa Lebrón Novo
Terapeuta Ocupacional
del Centro de Día de Parla.
En la universidad me dijeron una frase que a lo
largo de los años de profesión he ido viendo que era cierto, la frase
era “antes de atender hay que entender”, creo que nuestra primera
tarea como profesionales tiene que ser entender lo que le pasa al
otro, de ahí la importancia del vínculo.
Hablar del vínculo me recuerda al Acompañamiento
Terapéutico en el que para crear un vínculo significativo y de confianza
con el usuario es importante:
o
Evitar
situaciones que el usuario rechace.
o
Evitar
situaciones ansiógenas para el usuario,
disminuyendo la ansiedad en los encuentros.
Estas dos consignas que vienen del Acompañamiento
Terapéutico me sirven para pensar en la intervención en el Centro
de Día en los grupos diseñados para perfiles donde la cronicidad está
muy instalada, usuarios de difícil vinculación o que a priori tienen menor capacidad.
Desde el Acompañamiento se crea un vínculo positivo
y de confianza con el acompañante que el usuario podrá generalizar
con otras personas o relaciones. Esta idea también la
traslado a la hora de pensar en un grupo. Los grupos facilitan el
encuentro con otros y según vayan siendo significativas esas experiencias
grupales el usuario podrá ir teniendo más herramientas en su vida
para desenvolverse en situaciones de grupo: familia, comunidad, etc.
En definitiva integrarse en su comunidad desde un lugar más sano y
no desde el lugar del loco.
Al inicio de un grupo, al igual que en Acompañamiento,
se establece un vínculo de dependencia
con la coordinación, los usuarios hablan y miran al profesional
y piden que les dé respuestas, el saber queda muy instalado en la
coordinación. Por poner un ejemplo, citaré lo que escribí cuando empecé
el grupo de Memoria del Centro de Día de Parla en el 2008 “….Al inicio del grupo uno como profesional se coloca en el ‘lugar del que
sabe’ es en el que uno también en un inicio puede sentirse más a gusto
y menos angustiado. El grupo también, en cierta forma, te lo pide,
posiblemente porque también está angustiado. Creo que es una etapa
por la que todos necesitamos pasar para encontrarnos bien, crear un
clima de mucha confianza y contención…”.
Facilitadores
Mary Reilly es una terapeuta
ocupacional americana que desarrolló el Modelo de Comportamiento Ocupacional
de Terapia Ocupacional. Su premisa central era “El hombre a través del uso de sus manos energizadas por su mente y su
voluntad puede influir en el estado de su propia salud”.
Me parece interesante reflexionar sobre esta frase.
Pensando en la cronicidad, me viene continuamente la pregunta de qué
pasa en aquellos casos donde la relación con el mundo externo es vivida
como una amenaza y donde sentir demasiado y acercarse al otro es vivido
con miedo. Es interesante el concepto de “acompañar en el hacer” porque
creo que a través del hacer el usuario puede ir adquiriendo un significado
de su persona y descubrir poco a poco quien es más allá de la enfermedad.
Para mí la ocupación es un facilitador para conectar
de nuevo con el mundo externo. Pero, ¿cómo lo hacemos?
Mary Reilly afirmaba
en sus investigaciones que existe una relación muy estrecha entre
compromiso en actividades significativas y la salud. Estas actividades
significativas se caracterizan por involucrarse e implicarse en las
actividades que inicia la persona y que son vividas como productivas
por ella aun cuando el producto sea la diversión y además contribuyan
a otros. En este sentido pienso en los grupos que facilitan el encuentro
con otros a través de una tarea, por ejemplo, contar una historia,
hablar de salud, hacer pilates,
radio…. Muchos usuarios de nuestros dispositivos enganchan en estos
grupos precisamente porque se involucran, pasando a ser espacios significativos
para ellos que les hace encontrarse mejor e ir descubriéndose más
a allá de la enfermedad.
¿Por qué el uso de facilitadores? Las personas
muy cronificadas han pasado por experiencias
de mucho sufrimiento. La cronicidad les ha protegido frente al dolor
por lo que la premisa central a la hora de trabajar es “ante
todo no dañar y evitar la ansiedad”.
A partir de esta premisa me paro a pensar en los distintos contextos
que desde Terapia Ocupacional tenemos para trabajar. Me centraré en
“el contexto exploratorio”.
Gary Kielhofner, Terapeuta
Ocupacional, creador del Modelo de la Ocupación Humana en un artículo
del año 1983 habla de este contexto. Empieza haciendo referencia al
juego como una herramienta muy importante
en nuestra profesión y yo diría que incluso en la vida de los seres
humanos. Cuando pensamos en espacios en los que vamos a trabajar con
personas muy cronificadas me parece que
hay que tener muy presente esta zona de juego de la que también se habla en Acompañamiento Terapéutico.
A la hora de crear un grupo es importante tener
un contexto exploratorio donde la zona de juego sea lo que invada
el grupo. Lo que debe reinar en este contexto es la curiosidad y las
acciones deben ir dirigidas únicamente a la tarea de averiguar. La
exploración es quizás una de las pocas situaciones en las que no
existe posibilidad de fracaso. La exploración es auto-validadora en el sentido de que
es el propio hecho de explorar el que determina lo que gusta y lo
que no.
Se trata de un contexto libre donde los usuarios
pueden descubrir aspectos de su mundo interno y de su relación con
el mundo externo. Los elementos que utilicemos en este contexto facilitan
o inhiben la posibilidad de explorar del grupo. De aquí nace la idea
de la utilización de “facilitadores en los grupo” definiendo los facilitadores
como “elementos que la coordinación utiliza en el grupo para favorecer
la exploración de los participantes con la intención de que se apropien
de la tarea con la menor de las ansiedades”. Elementos que pueden
ser una mesa, un mural, un papel, una palabra, actitudes corporales
como un abrazo o una sonrisa. La actitud del profesional debe ir siempre
encaminada a facilitar, por eso hay que tener en cuenta lo que se
dice y lo que se hace. Colocándonos siempre en disposición de ser
usados por el grupo.
FACILITANDO UN ESPACIO DE ENCUENTRO EN FAMILIA
Rosa María Reyes Rodrigo
Psicóloga del Equipo de Apoyo Social Comunitario de Parla.
El origen de este espacio
Este espacio de encuentro en familia parte principalmente
de la observación de dos factores que nos encontramos hace ocho años,
al intervenir en el ámbito de la Rehabilitación Social (Centro de
Día y Equipo de Apoyo Social Comunitario) con Familias que padecen
una Enfermedad Mental Grave en su seno:
·
La
dificultad de que estas familias acudan y participen activamente en
el proceso de recuperación, en grupos destinados a este fin. Por lo
general, hasta dicha fecha, eran de grupos de familiares por un lado
y grupos de pacientes por otro, grupos de Psicoeducación.
·
El
gran aislamiento, en muchos casos, no sólo del paciente, sino también
de su familia, su origen y consecuencias.
En muchos casos los pacientes pueden llevar aislados diez o quince
años, teniendo relación sólo con sus familiares, apenas sin salir
de casa y en consecuencia, sin salir tampoco de sus respectivos roles
de enfermo y familiar de enfermo, lo que implica haber perdido
muchos aspectos de una identidad más global, más allá de la enfermedad,
girando todos sus intercambios en torno a ésta.
Dadas estas circunstancias, nos planteamos encontrar una alternativa
para estas familias, que facilitaran su participación en este proceso
y ¿qué mejor forma que fuera realmente así?, ¡un espacio para Familias!
Curioso, pues cuando se propuso y durante muchos años ha costado,
a pesar de las teorías tan asumidas al respecto, que se ubique que
cuando hablamos de familias nos referimos a familiares y pacientes,
no sólo a familiares.
También nos planteamos que fuera un espacio que facilitara la incorporación
de estas familias, que en muchas ocasiones son
reticentes tanto por malas experiencias como por las dificultades,
resistencias comprensibles a la hora de iniciar dicho proceso, sobre
todo cuando hablamos de tantos años de evolución, silencio y aislamiento.
Para ello pensamos en basarnos en el Acompañamiento Terapéutico y
en concreto, como hemos dicho, en la Metodología de lo Cotidiano.
Esto me hace pensar también que en aquellos tiempos, 2006-2009, hablábamos
en términos de Enfermedad Mental Grave y Crónica y Procesos de Rehabilitación,
ahora se ha cambiado el adjetivo de Crónico por Duradero y el de Rehabilitación
por Recuperación. Lo que facilita que estas familias puedan también
plantearse que puede haber una mejoría, un cambio, lo que esperanza
y moviliza, con todas las posibilidades que ello implica.
Lo mismo se podría comentar respecto a los profesionales, como diría
J.L. Atienza, hablando de Multifamiliares
pasar de “Ver para creer” a “Creer para ver”. Lo cual tiene mucho
que ver con el Esquema de Referencia del que partimos y se hacía alusión
al comienzo de este artículo.
Influencias
teóricas
Comenzamos nuestro “Espacio
de familias y Allegados” en enero del 2009. Lo que conseguimos con
la fórmula que resultó de estos tres modelos:
· Modelo
Multifamiliar (García Badaracco), de donde recogemos la idea
de invitar al grupo a familiares y pacientes, de forma libre (en el
sentido de que no se impone la asistencia obligatoria) e independiente
(puede acudir el paciente sin su familiar y viceversa), pues esto
permitirá a los participantes observar a otros, que no tienen
por qué ser sus propios familiares, lo que facilitará
cierta toma de conciencia de aspectos que tendrían más
dificultad para observar en sí mismos. Se pone el acento en
lo vivencial, compartido, en las relaciones de interdependencia y
en la creación de un clima de respeto y confianza.
·
Acompañamiento Terapéutico (Winnicott) y dentro de este
marco, la Metodología de lo Cotidiano (Leonel Dozza) desde
donde se rescata el trabajo desde lo cotidiano, la acción interpretativa
como una de las principales herramientas y el vínculo como
punto de partida. Todo ello favorece la participación de familias
tan dañadas y disminuye la angustia persecutoria.
·
Grupo Operativo (Pichon-Rivière), desde donde se recoge la
importancia de que el grupo se apropie de la tarea, siendo el coordinador
el que vela por el encuadre y el cuidado del espacio, pero manteniéndose
en lo posible en el mínimo de protagonismo.
Grupo Operativo y Multifamiliar: Ambos autores, Pichon-Rivière y García Badaracco, pusieron el acento
en lo grupal, la influencia de lo cotidiano y la importancia del vínculo,
su interiorización y su reflejo en sus nuevas relaciones (relaciones
de interdependencia, enfermo depositario, etc.).
Pensamos que nuestro Espacio, aunque
está muy influenciado por ambos modelos, se diferencia de ambos especialmente
en la técnica. En todos se rompen estereotipias de roles y se favorece
la autonomía, el crecimiento psico-emocional,
la entrada en otro rol más sano en familias. Sin embargo, desde el
espacio que proponemos, todos estos procesos se sostienen más desde
la metodología de lo cotidiano, desde actos terapéuticos, especialmente
de la acción interpretativa, no tanto desde interpretación verbal,
y se proporcionan facilitadores, tales como plantear una situación
cotidiana, tomar un café, en una mesa, etc., de forma que facilita
que se disminuya la resistencia y la angustia persecutoria.
Se crea así un Espacio Intermedio,
a modo transicional, que facilita la expresión de uno mismo, de su
Ser, más allá del rol de enfermo o de cuidador, siendo así una experiencia
compartida por sus seres significativos, lo que potencia sus efectos.
Objetivo e inicio
Se crea este Espacio con el objetivo de que las familias participantes
puedan tener una mirada más global sobre cada uno de sus miembros,
más allá de la enfermedad, de forma que puedan salir de su identificación
(tan parcial), de sus roles de enfermos o de familiares de enfermos.
Recuperando así otros aspectos de su identidad, contemplar y ser contemplados
desde aspectos más sanos, en presencia de sus seres significativos.
Destacar la importancia, dadas las características de la enfermedad
mental grave, del hecho que sea "en presencia" de sus "seres
significativos", para que se pueda constituir así una experiencia
vivencial que posibilite nuevas inscripciones que faciliten el poderse
posicionar de otra forma, desde un lugar propio que le conecte más
a sí mismo y al mundo.
Para ello desde la coordinación se velará por un clima de confianza,
respeto y seguridad que posibilite otra mirada y otra comunicación,
desde esos otros aspectos más sanos de su personalidad, así como del
sentido que tienen muchos aspectos, que hasta ahora se quedaban sólo
en sintomáticos.
El grupo se inició invitando a pacientes, familiares y allegados a
que participaran en este espacio. Se parte de un hecho cotidiano,
tomar un café, con el objetivo de estar con sus seres significativos
como tales, más allá del tema de la enfermedad.
Siempre partiendo, por supuesto, de la conformidad del paciente en
primer lugar para realizar esta invitación a sus seres significativos,
lo que no supone estrictamente que tengan que acudir todos, pueden
acudir juntos o independientemente, como en el modelo multifamiliar.
Es un espacio abierto también respecto a frecuencia y asistencia.
Aunque se motiva y fomenta la asistencia desde los beneficios que
cada uno pueda aportarle, así como al grupo.
¿Qué
beneficios hemos podido observar, viendo la evolución del grupo?
Vemos que las familias empiezan a acudir a la convocatoria, a pesar
de su aislamiento. El hecho de que sea un espacio de libre asistencia
hace que sea algo que destaquen al final del año, como algo positivo
que favoreció su regularidad. El grupo comienza a aumentar gradualmente
hasta duplicarse el número de participantes. También observamos que
posibilitar a los asistentes permanecer el tiempo que realmente puedan
en cada convocatoria, facilita que gradualmente puedan estar el grupo
entero (una hora), ya que se ha respetado su ritmo.
Gradualmente los participantes-pacientes comienzan a tener más presentes
a los otros miembros del grupo y dejan de buscar la atención exclusiva
de los profesionales, pasan a buscar la atención por subgrupos con
los que se identifican, hasta llegar a reconocer al resto de participantes,
como interlocutores válidos de los cuales puede obtener una experiencia
enriquecedora. Para ello, antes el grupo se ha hecho con la consigna,
de forma que no se centra en la enfermedad y quién es enfermo o no,
incluso ese tipo de comentarios quedan fuera de lugar. Esto se refleja
también en que muchas veces los integrantes del grupo no saben quién
es el enfermo y quién no, con las consecuencias positivas que este
hecho tiene en la disminución de prejuicios y de la desesperanza.
Así, por ejemplo, se sorprende un nuevo miembro del grupo, cuando
alguien que ha hecho un comentario culto o una reflexión bastante
inteligente, al rato hace un comentario respecto a su proceso. La
pregunta, del nuevo miembro es inmediata: ¡ah,
pero usted ....¿no es?.., tras lo cual no puede seguir la frase. De
esta forma, se abre la posibilidad de abrir el abanico de temas y
lo más importante, al no hablar de lo que le pasa al otro, se ve abocado
a hablar en primera persona, sobre cualquier tema cotidiano, pero
¡propio! y al margen de la enfermedad mental.
Esto supone, que tras tantos años de aislamiento e identificados ya
casi en exclusividad, en sus respectivos roles de familiar de enfermo
y enfermo, los participantes en el grupo tengan que buscar otros aspectos
de su identidad para hablar. Partiendo de algo aparentemente tan sencillo
y que a la hora de la verdad, resultaba tan complicado, como el hecho
de presentarse, pasar de “soy la madre de” a decir su nombre. Y así
comienzan a experimentar, a disfrutar otros aspectos de su identidad,
que ya tenían olvidados. Se trasluce por los temas que traen, que
ya son propios.
Las
familias no sólo reconocen salir así un poco de su aislamiento, que
en muchos casos es considerable, sino que se ven en un papel distinto
al de cuidador. Descubren que en muchas ocasiones no hace falta ejercer
este papel o cuando sí es necesario otros se encargan de dicha labor
(no solo los profesionales, también los pacientes entre sí). Es decir
no sólo están como familiar sino también como persona, algo que en
muchos casos se había olvidado y había contribuido a un mayor aislamiento.
Estos participantes relatan cuando dejaban de ir de visita o les dejaban
de invitar familiares y amigos, por este hecho. Por tanto, comienzan
la rotación de roles, el cuidado resulta que es cuidador. Además de
recibir desean compartir, dar. En casi todos los grupos alguien trae
un postre para compartir, por intención personal, sin que nadie se
lo propusiera.
Muchos
participantes descubrieron que podían ser partícipes en conversaciones
sobre diferentes temas cuando creían que no iban a tener de qué hablar,
disminuyen las angustias, empiezan a confiar en sí y a poder pensar
que tienen algo que decir propio y a expresarlo. Unos miembros, señalan,
refuerzan las capacidades de los otros y animan a que las pongan en
práctica fuera del grupo. Se potencian y devuelven una imagen bastante
diferente a la que están acostumbrados en casa, lo que facilita que
haya una mirada menos parcial, entre los miembros de la familia.
A lo
largo de los encuentros también disminuye la simbiosis en el grupo,
pudiendo sentarse separados familiares que no podían hacerlo en un
principio, comienzan a hablar con los demás. Se observan cambios en
el vínculo con familiares durante los grupos, menos crítica, más empatía,
más cercanía. Pueden generar otro clima emocional entre ellos, donde
empieza a aparecer la empatía, la valoración y disminuyendo la crítica,
la hostilidad en las familias.
Destacable
como experiencia emocional compartida es ver cómo los invitados, motu proprio, hacen presentes a través
de fotografías a otros familiares que por circunstancias no pueden
estar.
Los
hombres fueron ganando terreno y presencia real, siendo a estas alturas
igual en número y protagonismo. Con las implicaciones que esto tiene
que se haga presente un tercero, que tenga un efecto sobre la simbiosis.
Por
último quiero destacar la importancia de la aparición del humor en
el grupo, como forma de facilitar el clima y mantener el encuadre.
También, permite que los participantes vayan sumando experiencias
inscritas en lo placentero con otros. Los integrantes cuentan anécdotas
divertidas, incluso relacionadas con su enfermedad, pudiéndose reír
sanamente de ciertas cosas que les han pasado, junto con otros, que
lejos de juzgarles van a empatizar y contar otras situaciones del
estilo (enfermos y no enfermos).
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