Estas dos figuras nos surgen como representación de una dicotomía que
parece estarse construyendo en las últimas décadas entre ciudadanía e
instituciones democráticas en Europa. Formas sociales en las que las élites
poseen el poder y el saber, guían e iluminan a los demás que precisan
de un esfuerzo físico y reverencial para seguir a los pastores frente
a otras organizaciones de lo social en las que lo horizontal anuda y estructura
las relaciones, la producción, el intercambio. Recordemos cómo La Regenta,
la obra de Clarín, comienza con la vista de pájaro con la que un sacerdote
otea Vetusta, conocedor tanto de las vidas y secretos de muchos de sus
habitantes, como del poder que posee desde ese lugar que es un claro representante
del panóptico foucaultiano. Torreón protector
también, como también cárcel, representación de estructuras sólidas como
rocas, inamovibles, imperecederas.
Frente al orden y el
inmovilismo social del campanario está el mercado, muchas veces extramuros,
en donde puede ocurrir lo impredecible, espacio en el que la coincidencia
y el azar pueden dar frutos diversos y facilitar encuentros inesperados.
Donde todo es posible, a la vez que efímero y frágil. Espacios regulados
por normas sociales plásticas, en las que el intercambio se produce cara
a cara, en el que cabe el regateo, el regalo y la renuncia. Lugar en el
que cada semana permanecen ciertas personas y cambian otras, en donde
la exposición a las inclemencias de todo tipo puede transformar e incluso
anular la organización social. Espacio en el que no sólo se produce comercio,
en el que se dan intercambios de lo más diverso: canciones, teatro, juegos…
Recurrimos a estas figuras
pensando cómo nuestra realidad social y política parece organizarse en
los últimos tiempos sobre una dicotomía que parece enfrentar estructuras
y ciudadanos, donde quizás lo único evidente es la fractura que parece
haber surgido entre organizaciones sociales y políticas por un lado y
por otro las necesidades e intereses de las personas. Y pensamos en el
término dicotomía aludiendo a lo que para nosotros tiene de instrumento
técnico, en cuanto sabemos que las posiciones dicotómicas se convierten
en obstáculos para el pensamiento y la producción colectiva. Desde ahí
agarramos dos conceptos que planean últimamente por nuestra vida política,
dos conceptos que parecen cargados de simbolismo y descalificación: casta
y populismo. Curiosamente dos conceptos que remiten a tiempos del pasado
y que pretenden ser actualizados para explicar parte de lo que socialmente
nos sucede.
Pero a nuestro juicio,
más que ahondar en las posiciones relativas de estas fuentes de discurso
político y social, resulta más interesante (e inquietante) pensar en la
forma en la que el enfrentamiento se establece, dicotómico, y nos preguntamos
en qué condiciones puede este conflicto transformarse productivamente.
En la observación de los movimientos políticos las organizaciones horizontales
van tanteando estructuras diversas con las que avanzar en su integración
en los espacios de participación tradicionales. Por otro lado los partidos
históricos hacen giros hacia los nuevos púlpitos mediáticos, buscando
la aproximación a esos foros populares que han criticado en las nuevas
organizaciones políticas emergentes.
Y hablamos de inquietud
cuando nos preguntamos si nuestra estructura social y política es capaz
de responder adecuadamente a las tensiones que la brecha entre políticos
y ciudadanos ha generado, siendo conscientes de que la realidad es tozuda
y de que si las personas e instituciones que deben responder a esas tensiones
no son capaces de atender a la demanda social nuevas formas de tensión
y de conflicto se organizarán en el futuro. ¿Qué elementos podemos ofrecer
desde nuestra psicología social? ¿Podemos establecer un diagnóstico de
situación? ¿Es posible atisbar pronósticos?
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