HER
En
los Ángeles ciudad de rascacielos transparentes donde parece
que no hay secretos, vive Theodore (Joaquin
Phoenix). El protagonista escribe cartas de amor por encargo. Padres,
hijos, amigos y amantes, contratan estos servicios y reciben manuscritas
misivas nostálgicas que formaron parte de otras vidas y del pasado ¡Que
paradoja en la era de las comunicaciones! La película nos sitúa en el
contexto de una época imaginaria condicionada absolutamente por la máquina.
A partir de que el protagonista solicita en su ordenador un sistema operativo,
su vida cambiará profundamente, pues éste no le abandonará ni un instante.
Una voz cálida y aterciopelada (maravillosa voz de Scarlett
Johansson) da vida al sistema operativo con el nombre de Samantha.
Ella ordena sus mensajes, descarta
los avisos inútiles, le recuerda sus compromisos
laborales y le aconseja sobre sus citas amorosas. El sistema operativo
Samantha parece corresponder
a un doble de este joven y un antídoto sobre la soledad singular de
una era con un futuro indeterminado.
La selección de
los parámetros para tener un sistema operativo está
basada en los datos que una persona
brinda a la computadora. Estos datos se inician con unas evocaciones
del protagonista sobre su propia madre, la persona que le conoce íntimamente.
Las reflexiones
sobre el personaje incorpóreo de Samantha
pero con una entidad abrumadora en la vida de Thèodore,
evoca antiguas referencias de 2001 una odisea en el espacio de Kubrick y Blader Runner de Ridley
Scott. En ambas películas, la
computadora en la primera y los
replicantes, seres artificiales en la segunda, escapan de la influencia
de la tecnología para intentar tener una vida humana y enfrentarse a
las emociones del amor y a las angustias de la muerte, otra paradoja
en contraste con Her.
¿Se puede enamorar
una persona de su sistema operativo? Sí, nos responde la película, mostrándonos
una vida amorosa vivida de este modo singular. También los psicoanalistas respondemos afirmativamente
en la medida en que este amor es un amor narcisista, un doble imaginario
y Thèodore se está reflejando como Narciso en la superficie
de sí mismo. ¿Quién no desearía estar acompañado en todo momento, a
voluntad y por propia iniciativa sin esperas ni desengaños?
Todas estas cuestiones
están más próximas a nuestra realidad de lo que pensamos. Robert Weis,
fundador de The Sexual Recovery
Institute de los Ángeles atestigua que hoy día hay juguetes
sexuales interactivos que se pueden controlar a miles de kilómetros
de distancia a través de una aplicación en el móvil para poder tener
sexo virtual. Pero también la película plantea un límite al más allá
del placer cuando el protagonista descubre que, incluso en la era más
sofisticada de las comunicaciones, todo ser humano se ha de enfrentar
al abandono y al desamor. Quizá las secuencias más conmovedoras
son las de Thèodore pasando el fin de semana
en una cabaña en la nieve acompañado de su sistema operativo. Conversaciones interminables, teléfonos móviles,
instantes de una vida plasmados en fotos que circulan interminablemente,
pantallas digitales. Para el espectador, esta secuencia como otras,
le enfrentan a la patética desolación del protagonista
ante un duelo no resuelto y al vacío que cubre en general la
tecnología y su uso patológico.
Desolación también
reflejada en los juegos de ocio del protagonista con su pantalla táctil
acompañando a un niño alienígena en un laberinto, representación infantil de sí
mismo.
Para reflexionar
sobre los planos de la realidad, el director plantea dos vértices que
corren paralelos. El primero por medio de las evocaciones al pasado
del protagonista y de su vida sentimental. Vida que quedó quebrada al
fracasar su matrimonio. Mientras el plano de la vida real está expresado
por medio de los flashbacks del ayer plenos de luz, naturaleza,
y sensualidad ralentizada, los de la realidad tecnológica han sido contextualizados
en la ciudad, en el metro y en medio de arquitecturas bellas y frías.
Señalo que el director ha plasmado repetidamente una sombra en el ascensor
a modo de las sombras chinescas donde se adivinan árboles para incidir
en la ausencia de naturaleza en la ciudad y en los planos melancólicos
del progreso.
Her también
nos habla de aquello que es irrepresentable. Cualquier hecho de la realidad
será una decepción y no estará a la altura del ideal de imposible satisfacción.
CAMINO A LA ESCUELA
Camino
a la escuela ha sido patrocinada
por la UNESCO y UNICEF para mostrar los desafíos a los que se enfrentan
los niños. Es una película modesta pero esencial, emotiva e impactante.
Narra el viaje diario que han de hacer los niños en ciertos lugares
del planeta para poder estudiar. El director expone de forma tangencial
cómo la pobreza derivada de la explotación de unos países sobre otros,
los conflictos armados, las luchas religiosas y la marginación por razones
de pobreza o de género dificultan las posibilidades educativas. Para
esta compleja tarea el director ha seleccionado cuatro historias de
niños reales de distintos países articuladas unas con otras, a mitad
de camino entre el documental y la ficción.
Iniciamos esta travesía acompañando en primer lugar a Jackson y a su
hermanita en Kenia. Para Jackson el día comienza con una hermosa escena
relacionada con su aseo personal. El niño ha de cavar un profundo hoyo
en la tierra hasta que mane el agua. Ésta le servirá para lavarse la
cara, peinarse, lavar su ropa y llenar un depósito de plástico que le
acompañará a él y a su hermana durante un trayecto de 14 kilómetros.
Este trayecto lo realizarán en dos horas atravesando llanuras desiertas
de África, donde se divisan agrupaciones de cebras en la inmensa sabana.
Deberán alejarse de los elefantes furiosos cuando son molestados en
su habitat y correr
para llegar a tiempo a su destino y regresar al caer la tarde.
Un poco más al norte, en Marruecos, tres niñas de un poblado del Alto
Atlas emprenden un viaje para quedarse en la escuela durante una semana.
Llevan sus enseres, libros, cuadernos, ropa y alimentos que intercambiarán
por el camino para poder comer en el internado. Un pequeño traspiés
hace que este recorrido por los caminos de alta montaña se complique.
Gracias a la solidaridad de un ganadero viajarán en una camioneta destartalada
acompañadas de las ovejas hasta llegar a la escuela.
Pascal Plisson ha utilizado una técnica narrativa
en la que las imágenes de estos viajes se van superponiendo con acontecimientos
significativos de la existencia de estos niños. Hemos visto alguna escena
en la que aparecen someramente sus familias. Esta película que parece
de aventuras es la historia de un día en la vida de muchos niños, una
historia que muestra la bondad, la solidaridad y la creencia de los
padres inculcada en sus hijos relacionada con que aprender puede cambiar
la existencia de una persona. Desde esta perspectiva recordamos otras
películas emblemáticas sobre la escuela, entre ellas la de Bertrand
Tavernier Hoy
empieza todo o La clase de Laurent Cantet.
En Bangla Desh asistimos
a la historia de Samuel un niño hemipléjico que acompañado de sus hermanos
ha de cubrir muchos kilómetros de distancia. Este recorrido se hace
más complicado debido a que son los hermanos pequeños de Samuel los
que empujan y tiran de un maltrecho carrito de paralítico. Como en todas
las historias han de atravesar caminos pedregosos, lagunas y otros accidentes
geográficos, además de alguna complicación añadida. La vitalidad de
los niños frente a las incertidumbres, la generosidad con el hermano
y la bondad de los vecinos son cualidades que despiertan la esperanza
en el ser humano.
En otro paraje grandioso y solitario de Argentina, la Patagonia, Carlitos
y Cati deberán atravesar interminables llanuras
en las que se recorta la grandiosa cordillera. A lomos de un caballo,
trotando o al paso, los dos hermanos deben llegar a su colegio e izar
la bandera. El camino es largo y Carlitos como un pequeño gran hombre
asume la responsabilidad de esta empresa diaria.
El camino a la escuela es una metáfora del viaje de la vida. Recorrerlo
ayuda a resolver los conflictos, a encontrar estrategias y a resolver
los dilemas. Desde nuestras sociedades opulentas este documental nos invita
a una reflexión que contrapone el valor del esfuerzo y el anhelo de
superarse frente al confort reblandecido. En nuestra
sociedad niños y adultos se ven desbordados por sus juguetes,
ropa, tecnologías de última generación y una larga lista de materialidad
insaciable. También nos interroga sobre la pasividad y tibio compromiso
de la Comunidad internacional ante la opresión, abuso y manipulación
de la infancia.
Todas las historias de la película, como si se tratase de un cuento,
acabarán felizmente cuando los niños lleguen a su destino. Estos pequeños
héroes no llevan capa ni vuelan desde rascacielos, hacen su camino con
fuerza de voluntad, les acompaña la ilusión y el compromiso con la comunidad
a la que pertenecen. Todos tienen sueños que guían su esfuerzo: Ser
maestros, veterinarios, quizás médicos y salvar a sus familias y responsabilizarse
de los hermanos. Aprender puede significar una ventana a la ilusión,
y todos ellos a pesar de las dificultades deciden embarcarse en el esfuerzo
y el misterio de vivir.