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PENSAR LA VIOLENCIA, HOY |
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Resumen. La investigación teórica “pensar la violencia, hoy”, es fruto de un
trabajo grupal multidisciplinar (historia, sociología, pedagogía, trabajo
social, psiquiatría y psicoanálisis) realizado durante 7 años. Aborda nociones nacidas en el campo psicoanalítico con vivencias
apuntadas desde las ciencias sociales, dentro de un contexto científico
abierto a la complejidad creciente y con un entorno social en crisis, a
caballo entre ideas de la modernidad y de la post-modernidad. Se apunta hacia nuevas miradas en la clínica psicoanalítica (el
gesto, el enactment o acting in), capaces de poder pensar impasses en los
tratamientos, así como a vivencias afectivas colectivas (ausencia del tercero
social, desgarramiento de la sociedad civil) que conducen, al no ser
cuestionadas críticamente, a la confusión y a la parálisis del hacer y pensar
colectivo. Pasaje y circulación de nociones entre disciplinas diferentes que,
lejos de la pérdida de la rigurosidad científica, posibilitan aperturas
mentales, diluyen reduccionismos excluyentes y desfanatizan el hacer social y
colectivo.
Pensar la violencia, postmodernidad, intrapsíquico, hacer
intersubjetivo, lo psicosocial, lo socio comunitario, lo colectivo, malestar
social, repetición, diferenciación, transformación, simbolización,
aprendiendo en crisis, complejidad.
The theoreticall research “thinking on
violence today”, is the result of a multidisciplinary working group during 7
years (history, sociology, pedagogy, social work, psychiatry, psychoanalysis). The research work through some notions
opened recently on the psychoanalytical field with others notions coming from
the social science, inside a scientist context of complexity and crisis among
enlighment and post-modernity. In psychoanalytical clinic, some notions as
“gesture”, “enactment” or acting in, “countertransference”, are helping to
broke repetitive impasses on treatments. In the social sciences, some notions
as “absence of the social third” or “suffering for upheaval of the civil society”, are talking about new madness
that, in a critical way, let the society to deal with overwhelming and social
breaks down. It is a movement, a passage, of ideas and
thinking coming from different disciplines that let us mental opening-up,
avoiding reductionist and democraticing the process of change.
Thinking of violence, post-modernity,
interactive and mental inside process, social psychology, community groups,
collectivity, discontents, repetition, differentiation,
change/transformation, symbolization, learning from crisis, complexity. La investigación teórica realizada grupalmente, durante 7 años, por
un grupo de investigación multi-disciplinar (Sociología, Psiquiatría,
Pedagogía, Trabajo Social, Psicoanálisis, Historia) en torno a “pensar la
violencia en el momento actual”, parte de dos premisas básicas que
conforman el contexto psíquico en el que inscribimos nuestra práctica diaria:
la dialéctica “modernidad / post-modernidad” en la clínica psicoanalítica
individual y grupal y la aplicación de la noción de “complementariedad” a las
Ciencias Sociales en el marco de un pensamiento “complejo” global (Morin). Pienso que la post-modernidad produce modos de gestar
la subjetividad donde coexisten
“estructuras psíquicas” movibles y diferentes modos de funcionamiento
mental. Versus las tópicas aparecen los “flujos
de significados”, la semiosis y la "resignificación”. Hay “movimientos en sincronía”
e identificaciones múltiples. El objeto de
escucha analítico se construye cada vez con mayor frecuencia a partir
de diferentes pantallas e imágenes,
a modo de un collage, una
nueva manera de decir que emerge a través de “gestos” que delimitan la imagen del objeto interno manifiesto
antes de conocer. Desde nuestro contexto
histórico construimos, en el ámbito de las Ciencias Sociales, una mirada a la violencia partiendo de la concepción operativa
de grupos, tratando de incorporar las nociones de complejidad
y complementariedad,
tan queridas del amigo y maestro Armando Bauleo, quien insistía en los
“cuerpos de nociones”
anclados en su propio nivel que no permiten que se “imbriquen” en otros.
Antes de desarrollar
la investigación son necesarias ciertas precisiones conceptuales “Violencia” Etimológicamente:
conseguir algo con el empleo
de una fuerza que anula la voluntad del otro.
La violencia simbólica se
ejerce sobre un agente social, con la anuencia
de éste. En el límite, el horror del
siglo XX, la destrucción /
eliminación del otro y de lo otro (genocidio y holocausto). Para el pensamiento occidental, de origen griego. En el mundo clásico el
funcionamiento psíquico se caracteriza, en relación a la ira y la violencia,
por la presencia de: >>>>
- unos desencadenantes: la sensación de injusticia y la herida en el narcisismo. >>>>
- la contribución interna: el desbordamiento de unos afectos que anulan el tiempo de reflexión y reducen
la capacidad para considerar
las consecuencias de la acción. Se anula el tiempo de combate interior. >>>>
- los efectos: los dioses soplan esa ceguera,
la ira, en los corazones que quieren
perder. Para el psicoanálisis (C. Padrón). Es una cuestión cuantitativa, un salto brusco desde la tensión interna a la acción, un movimiento pasional. Es el desbordamiento del sujeto por algo que no es dañino en sí mismo, la agresividad y la ira, si está controlado. El enfado, la rabia y la cólera son
necesarios en los procesos de organización (descubrimientos, separaciones…)
de nuestros psiquismos, si bien tras la
ira hay una herida narcisista, pues los seres humanos nacemos con un sentido innato del amor y la ira / hostilidad surgen cuando la necesidad de amor no es satisfecha o
es frustrada (R. Fairbairn). Para la clínica grupal operativa (Pichon Rivière,
Bleger, Bauleo). La concepción operativa grupal, pone en relación lo
intrapsíquico tejido intersubjetivamente, lo psicosocial, lo socio
comunitario y las determinaciones generales (el imaginario social). Pone a trabajar lo individual, lo grupal, lo
institucional-organizacional y lo colectivo... ![]() Desde “lo individual”: ¿por qué se desata
la violencia en el sujeto, qué componentes intrapsíquicos e intersubjetivos
se juegan? Intrapsíquicamente los sujetos
reaccionan destructivamente hacia los “objetos” (personas y entorno) cuando se sienten “desbordados” en su "desvalimiento" -las patologías del narcisismo- o cuando se
sienten “confusos” y “pasivizados”
frente a lo receptivo e interior
-las patologías edípicas-, sin que haya en ningún caso posibilidades de
“simbolización” o “fantasmatización” propias (proto-mental) o
acompañadas (aparato mental para “co-pensar”) Miremos el lado narcisista, a Narciso. Ante las situaciones
de desvalimiento y los miedos traumáticos de la primera
infancia los seres humanos generamos “estados
mentales primitivos” caracterizados por evacuar (en sus extremos:
el delirio, alucinación, paranoia, autismo) y no poder elaborar las proto-emociones.
Hay una escisión (splitting) esquizo acompañada de una introyección
identificatoria (Fairbairn). Se generan “estilos mentales” donde la acción
se impone al pensamiento, la solución
omnipotente al reconocimiento de la ausencia, la rivalidad a la
cooperación. Se vuelven cotidianos
en los “modos de vida”, para poder afrontar el conflicto y la ambivalencia:
lo psicosomático, lo antisocial delictivo, la estupidez colectiva
entendida cual la propone el “tratado de la servidumbre voluntaria” (E.de la Boétie). Visto desde la mirada
de la clínica neokleiniana, ante
el desvalimiento: - la identificación con el
agresor (el síndrome de
Estocolmo como expresión límite de la dependencia
cruel del objeto doloroso, ante una situación de desamparo sin otras
salidas), - la personalidad mártir (ante lo vivido como naufragio infantil o
asesinato del alma, por no poder ser comprendido) - los mártires se colocan en una actitud de aislamiento del
tiempo, la historia y el cambio. No pueden aceptar la finitud, la decadencia
y el paso del tiempo. La noción de mártir incorpora el terror sagrado. - la beligerancia sadomasoquista
en términos de capo saboteador. Visto desde la mirada de la clínica de las relaciones de objeto
(Fairbairn) y ante los miedos traumáticos, el temor a mostrar el amor
por sentir que nunca va a ser reconocido. Ogden,
releyendo a Fairbairn, construye tres modos de vincularse primarios:
- el amor adictivo (vínculo entre un Yo libidinal y un
Objeto externo “excitante y atormentador”
inalcanzable, incapaz de dar y recibir amor, que muestra gran
necesidad de recabar el deseo del Yo libidinal al que nunca satisface,
proponiéndole lo mágico), - la relación de resentimiento y amargura
tejiendo una dependencia mutua de la que cuesta poder salir (entre un Yo antilibidinal o
saboteador interno y un Objeto “Rechazante” que propician sentimientos de
sentirse estafados / rechazados / discriminados / explotados
permanentemente), - la relación de
desprecio (ataca al Yo libidinal, interno, despreciándose, al que trata con
desdén como un patético desgraciado que se humilla en busca del amor del
objeto excitante y atormentador unido a la dependencia infantil y a la
lealtad a una madre rechazante). La naciente
subjetividad no puede construirse y se defiende, y esta es nuestra
aportación, construyendo organizaciones
psíquicas “pícaras” asentadas sobre un “tejido cicatrizal”, armado ante los “objetos obstructivos” y los
“crueles super-yo”. En la clínica “border”
se habla de los refugios psíquicos (Steiner), claustrum
(Meltzer), estructuras endopsíquicas (Fairbairn), enclaves
(Baranger), saboteadores internos (Bion)…, expresiones del “impasse” y
la compulsión a la repetición en la cura psicoanalítica. Parecieran decir, con
su comportamiento, que es preferible sentirse “culpable por los errores”, que
sentirse “libidinal e incondicionalmente malo” pues ello implicaría “no
existir”. Miremos lo edípico, la trama de Edipo. La resolución intrapsíquica del complejo
de Edipo, implica la elaboración del conflicto entre sexos y del conflicto
generacional. Frente al padre “urwatur”
de la horda (“Tótem y Tabú”. Freud) y la madre diosa (“Revolución Fratricida”.
J. André), con Melanie Klein,
a través del Edipo temprano
y la introducción de la escena
primaria, aparece el tercer objeto versus la diada. Es el
vínculo bicorporal y tripersonal (Baranger) En un primer momento
del Edipo temprano, al padre urwatur le sustituye la diosa madre.
La madre unida al hijo/a (lo dual) le da coraje para destronar al
padre-tercero. En el vínculo, dos juntos hacen uno. El segundo momento del
Edipo temprano y de la aceptación de la escena primaria, surge cuando ya
no se está en la “posesión a luchar en la horda primitiva”,
ni “como cómplice en el escenario
infantil del triunfo edípico”, sino cuando es reconocida la pareja como
fuente primaria de satisfacción y de frustración. Se abandona lo persecutorio
y se da paso a lo depresivo. El
niño/a debe encarar las ansiedades conectadas con la conciencia de pequeñez y sentido de la exclusión, en relación a los adultos. Si se abandona la vía corta de la identificación, se
puede entrar en la depresión: sentimientos
de culpa, remordimientos y
desesperación. Entonces puede
encarar la reconstrucción de su mundo y empezar el largo/ penoso esfuerzo de
hacer reparación y construir desde la compasión, sabiendo de la pasión del
otro. Es el pasaje de la pasividad a la receptividad, en ambos sexos, la roca de la feminidad que
hablaba Freud a lo largo de su vida. Significa dar el paso
a aceptar la vivencia del error como inherente a vivir versus el error
como “inhabilidad para remediar” las cuestiones. En el vínculo: dos juntos
hacen tres. Si, tras la mirada
intrapsíquica, nos adentramos en lo intersubjetivo, en la presencia
permanente del otro, en el modo de vincularse del bebé / niño / joven, la violencia
puede manejarse si: - al “proyectar” lo
violento, “descargar” el malestar destructivamente, encuentra la dimensión “continente” del
adulto que le permita construir la “función alfa” (W. Bion) - recoger sus
identificaciones proyectivas masivas y elaborarlas en forma de emociones a
ser digeridas, dotándole así de un aparato para pensar sus emociones -, - al “devorar/caníbal”
o al “enmierdar/cagar = destruir al otro”, la pulsión
posesiva/destructiva puede ser ligada
por la presencia de un objeto amoroso “total” que, al estar presente y vivo
psíquicamente, posibilita la culpa reparatoria y el sentimiento de
reciprocidad (M. Klein), - al desear lo “Uno”,
la completud dual del “todo perfecto”, del tú y yo que construimos un
“uno completo”, no puede elaborar la relación entre un tú y yo que construyen
al “tercero”, que hacen tres, pasar del dos bicorporal al tres tripersonal
(vínculo Pichon/Bauleo), asumiendo el reconocimiento del otro - en minúscula
-, y de los otros. Freud había
hablado de poder dejar atrás a “his majesty the baby”. Y el recorrido
reparador se puede enfocar desde una óptica psicoanalítica que priorice el
“Deseo” (Freud: regulando el deseo), la “Reparación” (Klein: amando, odiando
y reparando), la “Experiencia” compartida (Winnicott: vivir una experiencia
juntos que permita la separación inicial), la “Integración / Realización
personal” en el mundo versus la alienación (Fairbairn: buscando objetos y
acercándose a ellos), pues “estar vivo”, de últimas, es ser y estar en el
proceso de hacer cosas por uno mismo. Desde lo “colectivo”,
en lo social, ¿por qué se desata la
violencia? Los seres humanos manejamos la pulsión
agresiva para conquistar/penetrar/construir nuevos horizontes de vida y
sentido capaces de “ligar” y “unir” pero, también, para destruir al otro
transformándose la necesaria agresividad autonomizante en violencia
destructiva o “pulsión de muerte” desligadora (Freud). Freud decía, en el “porvenir de una ilusión”: “…todos
los hombres integran tendencias destructoras –antisociales y anticulturales-....”.
y, en el “malestar de la cultura”: “… las
pasiones que vienen de lo pulsional son más fuertes que unos intereses
racionales”. Marx había planteado la
violencia revolucionaria como “partera” de las sociedades. Hoy, siglo y medio
después, marxistas como Badiou, Zizek, piensan la violencia como una
debilidad potencial del sujeto de la política. El objeto es que la política sea superior al antagonismo, establecer
en el corazón del pueblo un principio de unidad política, cuya referencia
es menos el adversario que la realidad que debe cambiarse. (A. Badiou) Desde una concepción
dialéctica y materialista, desde una concepción operativa, habría un primer
pasaje: lo “psicosocial”. La violencia hoy tiene
dos figuras: la traumática (las víctimas del trauma convivencial en el
entorno social) y el malvivir social presente como malestar íntimo. De lo traumático sabemos que las víctimas
no demandan ayuda espontánea. El peligro: las
conductas de evitación. Es la tendencia a no solicitar ayuda, la
“afectación” ante el propio estrés, la “irritabilidad familiar”
ante el exterior que dificulta el poder empezar a entender el significado
del desastre en su mundo más cercano. Se trata de recuperar, día a día,
la capacidad para establecer nuevos vínculos. Del ejercicio traumatizante
sabemos que quien impone violentamente su fuerza realiza “un acto intencional
y premeditado de personas ordinarias, con la ayuda de un soporte / estructura
mental / ideología, contra personas inocentes”. La pregunta es ¿bajo
qué condiciones de autoridad o bajo qué condiciones límite, podemos caer en
la violencia traumatizadora? Sabemos, también, que
cuando se instaura una violencia social
continuada - la acumulación de esos “pequeños” hechos que repetidos en
el tiempo se hacen cotidianos- se genera el “síndrome de disrupción”:
la continuidad de la violencia impide distinguir el tipo de amenaza de la
amenaza real y provoca “disrupciones inesperadas”. Del “malvivir social” cotidiano: la
destrucción de empleo, el trabajo precario, los nuevos panópticos del trabajo
donde no hay barreras visuales - individualizando el trabajo y reduciendo el
mundo social-, haciendo desparecer cualquier noción del nosotros grupal,
la pertenencia a grupos que comprometen. Se crea un entramado
de privacidad, de insociabilidad intimista, donde no caben las
“narraciones colectivas”, percibiendo la realidad desde una especie de narcisismo
de las pequeñas diferencias
(Freud). Es el anonimato en las
redes y, en los momentos más difíciles, el “sólo a mí me pasa
esto”, que impide compartir ese sufrimiento dentro del nosotros. Se
fabrica la enfermedad y el nosotros desaparece multiplicándose el frágil
convertido en enfermo individual. (G. Rendueles). La pregunta que los Grupalistas
de la concepción operativa nos hacemos en el ámbito psicosocial es el
continuado ataque a la Grupalidad viva: ¿por qué se evita el conflicto grupal
constructivo y se favorece la infantilización narcisista, con sus estallidos
“bizarros” en forma de “enfermedad” y fragilización? Pareciera que
psicosocialmente no hubiera espacio para el “dolor psíquico mental” ni para
el “buen conflicto” con los otros. Durante las últimas
décadas ha aparecido en la cotidianeidad un modo de agruparse, de vivir la
grupalidad donde predomina (A.
Bauleo): >>>>
- la incorporación, el comer como modo de compartir. Una
especie de incorporación / devoración cotidiana que acompaña
los posibles eventos frente a las experiencias vivida y compartida; >>>>
- la búsqueda de la fusionalidad (con el otro pero
sin el otro), sin la necesaria tensión para individualizarse; >>>>
- la ambigüedad, el vagar en la indiferenciación,
la lógica fuzzy con su forma de pegotearse grupal y colectiva. Salir de lo fusional y
confusional para descubrirse diferenciados, para subjetivar, a la par que
reconocerse dependientes y necesitados, lo propio a la experiencia grupal, está
devaluado. El temor, en el camino
de lo grupal, es la ilusión de igualdad y la dificultad de la diferenciación,
el temor a lo fratricida, que dirá Sartre. Son las dificultades
en la construcción de los equipos que operan en torno a una tarea, equipos de
trabajo donde las funciones de motor emocional (impulsor /
aglutinador), pensador o teórico, programador/administrador
(tiempo / prioridades), realizador práctico (eficacia tarea), gestor
(relaciones exterior) se manifiesten como una modalidad de Estilos
Personales que posibilita posiciones no rígidas y en movimiento. Victimización, lógicas
“instrumentales”, vacío del “nosotros”, desgrupalización, conforman el
horizonte psicosocial. Intersticialmente, lo “socio comunitario”. En lo socio comunitario ¿qué está
pasando en los modos de relacionarse, cuales son las líneas de fuerza del
actual Imaginario Social? Desde lo institucional
organizativo: >>>>
- la “desregulación”. La Ley colectiva, las diferentes
legalidades interiorizadas, funcionan como contenedor ante las crisis.
La desregulación da lugar a comportamientos “mafiosos” (la ley del más
fuerte) y territorios que favorecen “el estado de excepción” como norma.
>>>>
- el “desentendimiento” a
través de la “burocratización” y los “chivos expiatorios”.
No hay “Pharmakos”,
expresión de lo no visible (los “sin”, el “proletariat”), capaz de impulsar
el cambio y la compasión humana. Desde el Imaginario en curso se juega: >>>>
- el discurso “neoliberal” (en crisis) y el “consumismo publicitario”.
Es la lógica capitalista: “lo nuevo por lo nuevo” (consumición)
y el “más por el más” (¡gozad!) a través de una sociedad del espectáculo
que promete felicidades. Nos
hablan de plenitud: “gozad”, el “goce sin límites”. Se niega la realidad
de las desigualdades sociales crecientes y la presencia de sus instrumentos
de simbolización más productivos, las clases y estratos sociales, que
posibilitan la negociación de los conflictos,
el gobernar con “consensos” (negociando la violencia) y no con violencia
pulsional (de la “anarquía” o todos los deseos, a la autarquía/autoritarismo
o los deseos de unos pocos). >>>>
- el erosionamiento de lo público colectivo (teoría del shock
de N. Klein) y la invasión de lo interior, lo íntimo personal, como
espacio de “realitys”. La democracia se
convierte en una cuestión de audiencias y “shares” televisivas. Las políticas
públicas se convierten en “lo biopolítico”. A la “desvisibilización”
social de clases/colectivos excluidos de la producción (R. Castel) /
en del consumo (Z. Bauman), suceden nuevas líneas emergentes de afirmación de
la diversidad y de las diferencias. Nuevas identidades, colectivos en demanda de
“reconocimiento social” (A. Honneth: “la lucha por el reconocimiento social”)
frente a las situaciones de humillación y sometimiento padecidas: la mujer,
lo homo, lo indígena, el extranjero, lo “extraño”.... En este entramado
psicosocial y socio comunitario el malestar
social se manifiesta en: - la afectividad
social. >>>>
- las “formas
de vida contemporánea” (Agamben, Bodei, Cacciari, Virno):
la avidez de novedades, la hiperactividad para “matar”
el tiempo (versus la contemplación), la
concuspiscencia del abrazo (tras el “holocausto” que haría imposible
pensar la vida y el amor). >>>>
- los “amores líquidos” ligados a la seducción y al encuentro
fugaz e inconsecuente (Bauman). >>>>
- la “renegación” de la experiencia del otro, la intrusión
en el espacio íntimo y el fantasma del sujeto cartesiano disociado (Zizek) –un Yo para
el trabajo, otro Yo para la vida cotidiana, uno para los sábados, otro
para los lunes...-, - la fragilización del lazo social
debido al: >>>>
- el “malestar en las identificaciones”, >>>>
- la “destrucción de las estructuras colectivas” (Bourdieu) tras el culto al individuo
solo y libre, un individuo-sujeto que acaba extraviándose pues necesita
de configuraciones simbólicas que aseguren al sujeto permanencia, origen,
fin y orden: ¿el gran otro es el mercado? >>>>
- la “despolitización” (Cacciari), el desdibujamiento
de la Democracia siempre en dificultades entre “retornar a lo Uno y
hacer posible la Separación” (A. Bauleo). Armando Bauleo
sostiene que en este contexto aparece un “profundo sufrimiento por desgarramiento
de la sociedad civil” y Gerson nos habla de la Ausencia del Tercero
Social. Y sin embargo la vida
nos enseña que las dinámicas
sociales de avance, cambio y transformación existen y
se articulan continuamente. En las ciudades, en las
grandes y pequeñas organizaciones, en los grupos y personas que las
conforman, observamos cuatro momentos
de la dinámica social.
Las crisis laborales
planteadas en forma de shock, los traumas psicosociales generados en ciudades
y territorios al destruirse las redes colectivas y los espacios de
pensamiento y creatividad construidos laboriosamente, el acoso y
debilitamiento a las instituciones públicas educativas, sanitarias y sociales
en manos de nuevas burocracias privadas de la gestión…. Tras este recorrido,
¿podríamos apuntar unas primeras conclusiones? Sí, en términos de nuevo aprendizaje. ¿Qué estamos aprendiendo con la crisis? 1.- Cuando no hay reglas de juego o en
situaciones de gran incertidumbre, algo disruptivo genera el desconcierto y
la ruptura (el break down). Estas pérdidas de “sentido del mundo” suelen ser
generadoras de un vacío propicio al brote psicótico, fruto de una angustia
catastrófica que se extiende sin poder pensar alternativas. 2.- La existencia de un pensamiento crítico,
posibilita la reordenación del imaginario identitario. La crisis actual
puede reordenar la mirada de las clases medias de mirarse en las clases altas
a reconocerse como trabajadores que producen. El movimiento democratizador
del 15M da nombre a los conflictos larvados y anuncia alternativas de
esclarecimiento. En términos psíquicos
sería el paso de la vivencia de satisfacción a un objeto nuevo de
satisfacción. Cómo el acontecimiento resignifica el “ser” y los nuevos
“vínculos” que sostienen el acontecimiento acaban transformándose en hecho
subjetivo, producen subjetividad. 3.- Ante el hecho traumático
cuando no hay “reveries” o no hay “identificaciones” estructurantes, queda el
cuerpo hablando. Y en el “malvivir social” se manifiestan:
la fatiga crónica, las fibromialgias, las distimias..., la expansión sin
límite de los ansiolíticos y la generalización de los psicofármacos. Y de las experiencias
pasadas, ¿qué estamos reconociendo? Una nueva figura surge
en la construcción del Imaginario Social en curso: el “horror” (campos de exterminio y dictaduras genocidas)/ el “terror”, con sus efectos en las
víctimas, los testigos y la población. La culpa / pena, el
arrepentimiento y la deuda contraída con los otros, con los 3ºs como sujetos,
ha generado en algunas personas y colectivos “arrepentidos” una nueva cultura
de la búsqueda de la paz, a través de la afirmación y el reconocimiento de
las diferencias como enriquecedoras (porque destruir al otro queriendo negar
tu dependencia, acaba provocando una crisis de identidad: la política
exterior “neocon” norteamericana). Cuando se habla de un cambio
de paradigmas, puede ser el momento de sumar a lo político, a las
imprescindibles dimensiones de la “autonomía”
individual y de la “volonté generale” occidentales la noción de deuda y culpa,
incorporando procesos de reconciliación y de transformación de la pulsión
violenta en “civilizatoria”. La crisis europea de
la primera mitad del siglo XX nos trajo una nueva realidad del mal. Una
crisis enmarcada por el ideal de la dominación técnica y, posteriormente, por
lo biopolítico. La “banalidad del
mal”, los holocaustos, mostraron que la acumulación de energía derivada de la
racionalización técnica, no puede sino desembocar en una movilización masiva
cuya expresión más depurada fue la guerra. ¿Qué pudimos aprender
de esta pulsión de muerte freudiana transformada en genocidio social?: …quizá
que los sacrificados se ven confrontados con el lado oscuro de la vida, y que
la conmoción de los sacrificados es susceptible de crear comunidad. La enseñanza del siglo
XX es que la solidaridad de los conmovidos es el vínculo humano capaz de
sostener la esperanza de sentido y libertad (D. Prieto). BIBLIOGRAFÍA
Los autores citados entre paréntesis son tomados en su aportación
global, sin citas de textos específicos. Los que a continuación reseñamos hacen referencia a textos
formulados como artículos, ponencias o entrevistas no editados como
libros. Algunos solo están disponibles en páginas web, con la referencia
de su autor). Padrón Estarriol C.,
Los 7 pecados capitales.
La ira. Conferencia de la A.P.M. en el Círculo de Bellas Artes (03/06/2009).
Madrid. Sapisochin G., My Heat belongs to Daddy: Algunas reflexiones sobre la
diferencia de generaciones como organizador de la estructura triangular
de la mente. Revista de Psicoanálisis nº 66 (2009).
Gerson S., When the third is dead: Memory,
mourning, and witnessing in the aftermath of the Holocaust. International Journal of Psychoanalysis. Diciembre 2009. Rendueles
G., El estado de malestar, una conversación con G. Rendueles.
Entrevista de F. Moreno para el Estado Mental 1, Madrid 2011. Prieto Fernández
D., La cuestión del mal en la escena filosófica. Conferencia
para el seminario “Pensar la Violencia”. Madrid 2010. Toscano A.,
¿Se puede pensar la violencia?. Notas sobre Badiou y la posibilidad
de la política (marxista). nomadas@ucentral.edu.co, pág. 30/43 Birksted-Breen D., Phallus, penis and mental space. International Journal of
Psychoanalysis” nº 77, 1996, pág 649/657 |
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