Desde la búsqueda de relatos que permitan comprender fragmentos
de lo humano y quizás desde la necesidad de elaborarlos para poder
integrar y entender la realidad social tres títulos se han cruzado
azarosamente con el cronista y han permitido enlazar algunas de las reflexiones
que espera compartir con virtuales lectores. La novela Nieve, del
escritor turco Orham Pamuk, otro trabajo literario del egipcio Alaa al
Aswany: El edificio Jacobian, y la película del alemán
de origen turco Fatih Akin Al otro lado comparten una estructura laberíntica
y una forma narrativa coral desde la que aproximan una mirada a la complejidad
del mundo árabe y sus múltiples motores sociales.
En la novela del cairota
Alaa al Aswany es un edificio del Cairo, que da nombre a la novela, el
lugar desde el que se hilan las diversas historias del relato. Desde la
portería a la azotea los personajes que pueblan el Edificio Jacobian
provienen de diversas clases sociales, muestran la convivencia y los conflictos
que viven interna y colectivamente. Aparecen las marcas de los conflictos
religiosos, las vivencias de la sexualidad, los efectos del colonialismo
en sus habitantes
En Nieve, el trabajo
del premio novel turco, un escritor se dirige a la "Ciudad Fronteriza"
de Kars donde se cruzará con militares golpistas, terroristas islámicos,
periodistas locales, laicistas torturados, mujeres hermosas
todo
ello obsesivamente empujado por la muerte, el deseo y la poesía.
La película
de Fatih Akin se articula en un relato en el que Alemania y Turquía
se presentan como escenarios de los que los personajes entran y salen
constantemente mientras fragua la narración de vínculos
generacionales dónde el azar anida constantemente en el cruce de
tradiciones y transformaciones sociales.
En las tres obras
el deseo salta de un lado a otro generando voluntades y atrapándose
en conflictos que alimentan y se retrotraen a las condiciones sociales
donde aparecen. Si bien son numerosas las diferencias formales y estilísticas,
así como las cuestiones tratadas en las tres obras de ficción,
nos llamó la atención cómo los tres trabajos comparten
una misma intención al querer profundizar desde el análisis
de múltiples factores sociales, políticos, personales
en la motivación y la determinación de subjetividades en
las que las vidas de los personajes buscan o escapan a sus destinos. Y
esa búsqueda de elementos psicosociales en los personajes y sus
vínculos, de determinantes sociodinámicos alrededor de los
grupos familiares, profesionales, políticos y religiosos, de planos
explicativos institucionales y comunitarios permite la revisión
de las interrelaciones entre distintos ejes de tensión que en ocasiones
desembocan en creación y otras en muerte. Expuestos así
se plantean articulados diversos planos de tensión sobre las relaciones
de género, las generacionales, la religiosidad, la burocratización
aterrorizante, la política como espacio de violencia...
Seguir la pista de
los personajes, las alusiones a sus construcciones de identidad, sus conflictos
y derivas personales posibilitan la comprensión de cómo
las derivas sociales y las turbulencias culturales se agolpan en esos
territorios y cómo estos accidentes marcan definitivamente los
campos de futuro de cada uno de ellos. En las tres obras mencionadas la
telaraña narrativa permite ilustrar no sólo diversas expresiones
y construcciones de la subjetividad sino que facilitan poder hilar y vincular
los múltiples efectos que cada una de las variables tiene sobre
las otras. Así puede mostrarse la compleja convivencia entre las
corrientes religiosas y las políticas en el mundo islámico,
o cómo esto se combina en la concreción de opciones y decisiones
de ámbito personal. La complejidad formal de las narraciones se
convierte en un adecuado isomorfismo con la complejidad de los fenómenos
sociales que se pretenden analizar. La telaraña de los relatos
se teje sobre hilos de factores y sucesos que presentan anudamientos y
cruces cuya visibilización es precisa para poder comprender cómo
las relaciones personales pueden derivar en lazos solidarios o en actos
de violencia.
Los tres autores,
en sus relatos, utilizan una peculiar forma de cambio de decorado. Sus
personajes se mueven entre los referentes europeos y los árabes,
incluyendo en ocasiones saltos en residencias y ubicaciones físicas.
Nos parece llamativo que esta sería en buena medida una condición
misma para los creadores de estas historias, quienes también cuentan
en sus biografías con itinerarios personales que les hacen sujetos
de varias culturas. Parecería que es desde esta interculturalidad
desde donde parece surgir la capacidad de análisis antes descrita.
Es en el ir y venir de los autores entre sus orígenes árabes
y sus orígenes occidentales la que parece permitir la integración
y la capacidad para señalar y vincular haces de causas y haces
de efectos. Narraciones desde el movimiento transcultural: formaciones
occidentales para leer códigos de otros lugares, el mestizaje como
herramienta de indagación y conocimiento.
La pregunta que surge
es cómo resultaría esta misma mirada compleja sobre nuestro
"otro lado", nuestros espacios europeos a los que hemos dado
quizás con excesiva comodidad, por inundados de pensamientos únicos
y espíritus domesticados. Donde el mensaje del final de la historia
caló con sus efectos hipnóticos y el conflicto de civilizaciones
parecerían constituir un marco ilusorio de estabilidad y monotonía
identitaria.
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